Tribuna:

El mundo de Philleas Fogg

La inversión duerme en los cuarteles de invierno. Al fondo, un rumor de fogonazos, modernos carros de combate y armas químicas conforma un eco lejano o chispea en el televisor portátil sobre la mesa del ordenanza. Las puertas del salón Luis XVI y las cenefas venecianas sobre los alféizares de los amplios ventanales se dibujan brumosas entre el humo de los habanos. El último trago de armagnac deja un dulce sabor a ciruela en el paladar. Es el mundo de Phileas Fogg, una especie en extinción, extraña mezcla de rentista y héroe de La vuelta al mundo en 80 días que, a pesar de la. intoleranc...

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La inversión duerme en los cuarteles de invierno. Al fondo, un rumor de fogonazos, modernos carros de combate y armas químicas conforma un eco lejano o chispea en el televisor portátil sobre la mesa del ordenanza. Las puertas del salón Luis XVI y las cenefas venecianas sobre los alféizares de los amplios ventanales se dibujan brumosas entre el humo de los habanos. El último trago de armagnac deja un dulce sabor a ciruela en el paladar. Es el mundo de Phileas Fogg, una especie en extinción, extraña mezcla de rentista y héroe de La vuelta al mundo en 80 días que, a pesar de la. intolerancia ambiental, sobrevive atrincherado en algún club privado de Saint James en el Londres elegante.Desde el mismo salón, el golfo Pérsico es un hecho cotidiano en los confines del imperio; la Commonwealth, un fantasma que sobrevive de repente, y Sadam, un líder consuetudinario como lo fue el jefe de las milicias indígenas en la guerra de los bóers. El centro del mundo no se ha movido de sitio: entre el Life -mercado de futuros de Londres- y el centro de contratación de valores hay los mismos pasos. El esquema se repite en París, Francfort, Zúrich o Milán, y el dinero se refugia en los mercados de materias primas.

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