Tribuna:

El póquer del mentiroso

Se dice que entre los expertos bolsistas son frecuentes la partidas al póquer del mentiroso. Un juego de tonto el último con peligrosas afinidades con el noble deporte de la inversión. "Dinero, perdición de la dicha y fuente de dolor". Este podría ser el principio de una invocación que, desde luego, clamaría en el desierto dada la casi total rigidez de la demanda. Ni Confucio les vale a los operadores con el conocido proverbio "no des tu pescado al hambriento; dale tu caña de pescar", porque estamos ante un océano sin fauna.En los momentos de despegue económico, por muy difícil que sea ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Se dice que entre los expertos bolsistas son frecuentes la partidas al póquer del mentiroso. Un juego de tonto el último con peligrosas afinidades con el noble deporte de la inversión. "Dinero, perdición de la dicha y fuente de dolor". Este podría ser el principio de una invocación que, desde luego, clamaría en el desierto dada la casi total rigidez de la demanda. Ni Confucio les vale a los operadores con el conocido proverbio "no des tu pescado al hambriento; dale tu caña de pescar", porque estamos ante un océano sin fauna.En los momentos de despegue económico, por muy difícil que sea la situación, todo tiene arreglo con reglas simples, como las que aplicaron japoneses y alemanes cuando sembraban su futuro de altísimas tasas de crecimiento. El presidente del grupo nipón más poderoso de todos los tiempos, Konosuke Matsushita, escribió en sus memorias que la obligación de los empresarios era subyugar la pobreza. Y sirve de ejemplo, ya que cuando soplan los vientos a favor cualquier receta funciona, al margen de su originalidad. Sin embargo, en momentos de inactividad expectante como el actual, con las arterias de la inversión completamente taponadas, los poetas de la economía aplicada andan mucho más escasos.

Archivado En