Editorial:

Haití, al fin

LA INTENTONA golpista en Haití, capitaneada el pasado lunes por Roger Lafontant, fue abortada gracias a la acción de las Fuerzas Armadas leales al poder democráticamente constituido. Excepcionalmente en Puerto Príncipe se resolvía un sobresalto de forma favorable.Lafontant tiene a sus espaldas una siniestra historia de represión y crímenes. Iniciada hace 30 años con la creación de unas milicias partidarias del entonces recién encumbrado dictador Duvalier, su brutalidad le llevó en 1982 al Ministerio del Interior. Eran los años finales de la tiranía, que, a la muerte de Duvaller, en 1971, había...

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LA INTENTONA golpista en Haití, capitaneada el pasado lunes por Roger Lafontant, fue abortada gracias a la acción de las Fuerzas Armadas leales al poder democráticamente constituido. Excepcionalmente en Puerto Príncipe se resolvía un sobresalto de forma favorable.Lafontant tiene a sus espaldas una siniestra historia de represión y crímenes. Iniciada hace 30 años con la creación de unas milicias partidarias del entonces recién encumbrado dictador Duvalier, su brutalidad le llevó en 1982 al Ministerio del Interior. Eran los años finales de la tiranía, que, a la muerte de Duvaller, en 1971, había heredado su hijo, Baby Doc. Lafontant era uno de los más conspicuos jefes de los tonton macoute, la guardia pretoriana que asesinó y torturó impunemente durante décadas en Haití y cuyo nombre se ha hecho sinónimo de terror. En uno de los primeros esfuerzos por lavar la cara del régimen duvalierista, Lafontant fue destituido de su ministerio en 1985. Poco después caería Baby Doc.

Los años transcurridos desde entonces han sido una sucesión de actos de terrorismo institucional hasta el nombramiento de una presidenta provisional, la juez Ertha Pascal Trouillot. Su mísión: asegurarse de que, finalmente, se celebrarían elecciones presidenciales limpias y entregar el poder al triunfador.

Hace menos de un mes resultó elegido presidente el sacerdote "amigo de los pobres" Jean-Bertrand Aristide, un ideólogo populista y antiimperialista, partidario de la teología de la liberación. Un personaje que, como era de esperar, despertó las iras del sector más conservador del antiguo aparato duvalierista, algunas de cuyas figuras, Lafontant entre otros, manifestaron entonces que no permitirían que Aristide recibiera el poder en febrero.

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El golpe de mano no se hizo esperar. Pero, pese a las muertes que provocó, lo extraordinariamente positivo de él es que se haya resuelto con la rápida derrota de los golpistas -fueron 10 las horas de insubordinación- a manos de las Fuerzas Armadas. Es una buena noticia para el futuro pacífico de Haití que el Ejército se pusiera inmediatamente de parte de la legalidad constitucional. La reacción indignada de la ciudadanía es asimismo una buena muestra del nuevo talante popular. Haití está de enhorabuena.

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