Tribuna:

La arrogancia titánica

En el fondo oculto de la naturaleza o, para utilizar una jerga más familiar, en el corazón de las tinieblas, se encuentran secretos celosamente guardados, por cuyo conocimiento muchos inversores serian capaces de vender su alma al diablo. Ni el mismísimo Fausto, con el prodigio de su vitalidad, podría mostrarse apacible ante tanto desatino. Ayer los bancos hicieron sonar la señal de alarma. En pocos minutos la apertura del mercado continuo se había convertido en un camino de espinas con los valores bancarios descendiendo, las instituciones sin inmutarse y el conjunto de la Bolsa sometido a un ...

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En el fondo oculto de la naturaleza o, para utilizar una jerga más familiar, en el corazón de las tinieblas, se encuentran secretos celosamente guardados, por cuyo conocimiento muchos inversores serian capaces de vender su alma al diablo. Ni el mismísimo Fausto, con el prodigio de su vitalidad, podría mostrarse apacible ante tanto desatino. Ayer los bancos hicieron sonar la señal de alarma. En pocos minutos la apertura del mercado continuo se había convertido en un camino de espinas con los valores bancarios descendiendo, las instituciones sin inmutarse y el conjunto de la Bolsa sometido a un temblor que hacía crujir los cimientos de los sectores más estables y cimbreaba las cotizaciones más resistentes, desde el grupo químico al papelero, pasando por los cementos. Como siempre, el ojo del huracán era el retroceso de Nueva, York unas horas antes. A media sesión apareció una resistencia de muchos megavatios; al principio era un hilo incandescente, pero acabó cobrando forma de arrogancia titánica. Los eléctricos -claro que a la fuerza ahorcan-, envueltos en un torbellino reestructurador, aguantan las cotizaciones quizá con la mirada puesta en el dividendo, que al fin y al cabo es la retribución lógica del capital.

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