Editorial:

La amargura de una victoria

LECH WALESA llega a la presidencia de la República de Polonia en unas condiciones completamente distintas de las que él había previsto cuando, hace ya varios meses, se lanzó de manera irresponsable, rodeado por un equipo de políticos derechistas y nacionalistas, a una campaña populista contra el Gobierno de Mazowiecki. Su objetivo no era otro que imponer unas elecciones precipitadas en las que estaba seguro de obtener una mayoría aplastante y ocupar así, con renovado prestigio, la primera magistratura del país.Pero frente al populismo de Walesa surgió, con Stanislaw Tyminski, un populismo aún ...

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LECH WALESA llega a la presidencia de la República de Polonia en unas condiciones completamente distintas de las que él había previsto cuando, hace ya varios meses, se lanzó de manera irresponsable, rodeado por un equipo de políticos derechistas y nacionalistas, a una campaña populista contra el Gobierno de Mazowiecki. Su objetivo no era otro que imponer unas elecciones precipitadas en las que estaba seguro de obtener una mayoría aplastante y ocupar así, con renovado prestigio, la primera magistratura del país.Pero frente al populismo de Walesa surgió, con Stanislaw Tyminski, un populismo aún mucho más demagógico y aventurero que se colocaba en segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones. En la segunda vuelta, y para evitar la victoria de Tyminski, lo que hubiese sido un verdadero suicidio político para Polonia, Walesa ha contado con apoyos amplísimos, empezando por el del jefe del Gobierno, Mazowiecki; el del cardenal Glemp, cabeza visible de la Iglesia católica, y el del sector de Solidaridad que se había opuesto a él en la primera vuelta electoral.

Sería erróneo confiar en que el fenómeno Tyminski va a desaparecer con rapidez. En su raíz están las extraordinarias dificultades inherentes a la transición a la democracia de los regímenes ex comunistas. Los largos años de opresión, con un partido único y una ideología oficial alimentada de constantes mentiras, han dejado en los pueblos una tendencia a desconfiar de todo lo que viene del poder. En el caso polaco, Solidaridad ha sido la encarnación de la esperanza de libertad de la nación. Si en algo podían confiar los polacos al iniciar su vida democrática era, precisamente, en ella. Al dividirla antes de las elecciones, Walesa ha cometido un tremendo error, porque dejaba así el camino libre para la irrupción de la irracionalidad y el populismo.

Por otro lado, el pueblo polaco ha luchado por la democracia convencido de que ello significaría, a la vez, una mejora sustancial de su nivel de vida. La realidad resulta completamente distinta. Para recuperar una economía hundida, la reforma acarrea una política de austeridad de altos costes sociales. El desencanto en amplias capas es inevitable; y en ciertas zonas, la desesperación es un terreno propicio para reacciones políticas imprevisibles. Así han podido tener eco los lemas simplistas y nacionalistas de un Tyminski que se presentó como el hombre salvador, que. ha sabido ganar dinero y que prometía a todos que lo ganarían como él.

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Los lemas de su campaña son significativos: ataque a fondo contra los políticos, acusando de traición primero a Mazowiecki y luego a Walesa. Exaltación de un nacionalismo antioccidental, con propuestas tan descabelladas como la de crear el arma nuclear polaca. Desprecio a los intelectuales. En resumen, los ingredientes típicos de un fenómeno parafascista. Un serio peligro para Polonia.

Frente a esa amenaza, Walesa ha tenido que cambiar radicalmente su campaña electoral en la segunda vuelta. Después de haber anatematizado la política económica del Gobierno de Mazowiecki, ha pedido a éste que retire su dimisión y que permanezca al frente del Ejecutivo hasta las elecciones parlamentarias, que seguramente tendrán lugar en la próxima primavera. Mazowiecki no se inclina a aceptarlo, pero parece probable que no se interrumpirá la reforma que él ha puesto en marcha, y que el mi3nio equipo, con el ministro Balcerowicz, seguirá al frente de la política económica. Sin embargo, incluso admitiendo que Walesa logre reducir la influencia del grupo nacionalista y derechista que le ha rodeado en su campaña electoral -cosa ni fácil ni probable-, los efectos de la campaña electoral van a ser muy negativos.

Si se mantiene la política de austeridad -sin lo cual, por otra parte, la situación económica polaca podría llegar al colapso-, Walesa tendrá que responder a las promesas de mejoras inmediatas que ha lanzado durante su campaña. Sin embargo, el alto porcentaje que ha obtenido en la segunda vuelta debería facilitar que su presidencia se coloque por encima de los enfrentamientos propios de la contienda electoral.

Una vez que el peligro representado por Tyminski ha quedado descartado es importante tener en cuenta la amplia alianza que lo ha hecho posible. Ello debería permitir, para evitar nuevas laceraciones, la concertación de un pacto entre las fuerzas que ayer formaban Solidaridad -los partidarios de Walesa y los de Mazowiecki- para hacer frente a una situación grave, empeorada por las recaídas de una campaña presidencial en tantos sentidos desastrosa.

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