Editorial:

El embrollo electoral yugoslavo

DOS REPÚBLICAS yugoslavas, Macedonia y Bosnia-Herzegovina, han celebrado en las últimas semanas las primeras elecciones libres de su historia, continuando un proceso de democratización que, iniciado en la primavera en Eslovenia y Croacia, permitirá tener antes de fin de año -una vez realizadas, el 9 de diciembre, las elecciones en Serbia y Montenegro- órganos de poder elegidos en la casi totalidad de la Federación de Yugoslavia. Será el momento de saber, con datos serios, hasta qué punto existen perspectivas de que las seis repúblicas se mantengan en el marco de un Estado, federal o confederal...

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DOS REPÚBLICAS yugoslavas, Macedonia y Bosnia-Herzegovina, han celebrado en las últimas semanas las primeras elecciones libres de su historia, continuando un proceso de democratización que, iniciado en la primavera en Eslovenia y Croacia, permitirá tener antes de fin de año -una vez realizadas, el 9 de diciembre, las elecciones en Serbia y Montenegro- órganos de poder elegidos en la casi totalidad de la Federación de Yugoslavia. Será el momento de saber, con datos serios, hasta qué punto existen perspectivas de que las seis repúblicas se mantengan en el marco de un Estado, federal o confederal.Recordemos que Eslovenia ha sido la primera república que hizo saltar el sistema de partido único y abrió paso a la economía de mercado. En sus elecciones libres del pasado abril salieron victoriosos los nacionalistas. Algo semejante, pero con un nacionalismo más agresivo y reaccionario, tuvo lugar en Croacia en el mes de mayo. Estos cambios pusieron al rojo vivo el enfrentamiento con Serbia, gobernada por un líder, Milosevic, que combina el autoritarismo comunista con la inclinación hegemonista del nacionalismo serbio. Su política represiva contra la población albanesa de Kosovo y sus intentos de separar de Croacia las zonas habitadas por serbios han colocado al país al borde de la guerra civil en varios momentos. Frente a ese peligro, los procesos electorales en curso tienen el mérito de ofrecer un camino para que los representantes elegidos -y no los residuos del antiguo sistema comunista- puedan discutir entre sí, las relaciones futuras entre las repúblicas. Sí esto se lograse, sería una manera racional de abordar los desacuerdos.

En Macedonia- y a pesar de que la segunda vuelta aún no ha tenido lugar- el dato más notable es el fracaso de los grupos nacionalistas macedonios y el éxito del renovado partido comunista (ahora Partido para una Reforma Democrática). y de la Alianza de Fuerzas Reformistas, el partido del jefe del Gobierno, Ante Markovic. El tercer lugar corresponde al partido de la minoría albanesa, que ha recogido prácticamente todos los votos en su región.

Estos resultados se explican por los rasgos específicos de Macedonia: no sólo es la república más pobre, sino que debe su existencia como entidad nacional al régimen de Tito. Los países vecinos, Bulgaria y Grecia, niegan la realidad de la nacionalidad macedonia. En ese marco, y frente al sueño de una Gran Macedonia aireado por el nacionalismo, la solución más sensata parece ser la de conservar la república promovida por el anterior régimen comunista, integrada o asociada a Yugoslavia. Contribuye a reforzar tal actitud el audaz reformismo de los ex comunistas, cuyo líder, Gosev, se pronuncia netamente en favor de la socialdemocracia occidental.

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En Bosnia-Herzegovina -que no tiene una etnia propia y está poblada por serbios, croatas y musulmanes-, las elecciones del domingo pasado se han desarrollado en condiciones aún más complejas. Hay protestas numerosas contra las irregularidades cometidas. Si se afirmase el partido serbio -estrechamente ligado a Milosevic-, la consecuencia sería una inevitable agudización de los conflictos étnicos. Por su lugar en el conjunto yugoslavo, Bosnia-Herzegovina debería ser un factor estabilizador. Pero podría convertirse en lo contrario. No se puede olvidar que sí en repúblicas como Eslovenia o Croacia la idea de la separación puede tener cierta viabilidad y atraer, por tanto, a amplios sectores, para otras repúblicas esa perspectiva resulta casi imposible. Quieren evitar una desintegración de Yugoslavia, que las dejaría seguramente a merced de la hegemonía serbia.

Todo ello explica el proyecto político de Ante Markovic -el jefe de Gobierno cuyos aciertos en política económica nadie discute- y que ha creado un partido reformista con la ambición de presentar un proyecto político basado en el liberalismo económico para toda Yugoslavia. Si en Macedonia ese proyecto ha encontrado cierto eco, choca en muchos sitios con serios obstáculos. Y falta saber, sobre todo, lo que dirán las urnas serbias el mes que viene, después de las afirmaciones nacionalistas eslovena y croata.

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