Tribuna:

La manzana de Newton

El proceso comenzó, se dice, cuando algo dio que pensar a alguien. Uno come del árbol de la sabiduría cuando le cae la manzana encima de la cabeza como le ocurrió a Newton justo antes de formular la teoría que sirvió de base a la ley de la gravedad. Desde el inicio de la crisis del Golfo han caído muchas manzanas sobre las cabezas de los inversores, y aunque sobran causas para fundamentar el pánico, el mercado es un laberinto de engaños para aquellos que no han conseguido vender a precios decentes y contemplan irredentos cómo sus acciones se deprecian día a día. El mercado suma cero y para que...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El proceso comenzó, se dice, cuando algo dio que pensar a alguien. Uno come del árbol de la sabiduría cuando le cae la manzana encima de la cabeza como le ocurrió a Newton justo antes de formular la teoría que sirvió de base a la ley de la gravedad. Desde el inicio de la crisis del Golfo han caído muchas manzanas sobre las cabezas de los inversores, y aunque sobran causas para fundamentar el pánico, el mercado es un laberinto de engaños para aquellos que no han conseguido vender a precios decentes y contemplan irredentos cómo sus acciones se deprecian día a día. El mercado suma cero y para que alguien venda otro tiene que comprar, o, dicho de otro modo, para que uno gane otro tiene que perder, y viceversa, claro.Con el índice Nikei de Tokio (al cierre del martes hora española) a ras de suelo, el precio del barril por las nubes y Solchaga en Washington diciendo que habrá que acortar el diferencial si los otros países suben los tipos de interés, la sesión de ayer resultó luctuosa. Es la gravedad un principio universal que se ha cebado ahora en los índices bursátiles, aunque otros exégetas del insigne físico señalan que éste elaboró la ley a partir de la caída en picado de sus acciones de la Compañía de los Mares del Sur.

Archivado En