Tribuna:

El club de los resignados

La bolsa madrileña, a estas alturas un club de resignados, observó ayer sin pasión cómo se rompía el mínimo anual establecido el pasado día 23 de agosto. Inmersos en un mal ambiente, sin soportes claros y con las instituciones reticentes incluso a apoyar sus propios valores, el índice general ha perdido desde el día 2 de agosto más de un 20%. Continúa sin estar claro el fondo del mercado y sólo el nivel al que han llegado algunos valores impulsa reacciones pasajeras que evitan el síndrome del desastre.Pese al impacto sicológico que supone fijar un nuevo mínimo, la jornada de tarde, con Wall St...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La bolsa madrileña, a estas alturas un club de resignados, observó ayer sin pasión cómo se rompía el mínimo anual establecido el pasado día 23 de agosto. Inmersos en un mal ambiente, sin soportes claros y con las instituciones reticentes incluso a apoyar sus propios valores, el índice general ha perdido desde el día 2 de agosto más de un 20%. Continúa sin estar claro el fondo del mercado y sólo el nivel al que han llegado algunos valores impulsa reacciones pasajeras que evitan el síndrome del desastre.Pese al impacto sicológico que supone fijar un nuevo mínimo, la jornada de tarde, con Wall Street a la baja y el petróleo en línea ascendente, tomó un cariz favorable y consiguió subir el índice general casi dos puntos. Constructoras, banca y eléctricas, las sociedades más castigadas en la mañana, consiguieron remontar posiciones en algunos casos de forma espectacular.

Mucho tendrán que cambiar las cosas para que se rompa la tónica de goteos continuos que impera. Los picoteos esporádicos en valores líquidos y a precios atractivos implican un riesgo elevado y pocos inversores se arriesgan a entrar en el juego. Cumbres de Helsinkí no hay todas las semanas y sólo la esperanza de una solución a corto plazo en el Golfo impide que el papel irrumpa con fuerza en el mercado.

Archivado En