Cartas al director

La rebelión de los indios canadienses

Los indios canadienses se han rebelado; si, como dice Borges, "los nombres no son signos arbitrarios, sino una parte esencial de lo que definen", tal vez el nombre de la comunidad que ha cambiado el arco y las flechas por las armas automáticas -los mohawks- despierte en nuestras adormecidas conciencias recuerdos de la infancia, aquel tiempo lejano en que una palabra era capaz de invocar inagotables y fantásticos universos que el paso de los años ha ido reduciendo a mezquinas realidades. Aquel tiempo en que el niño que fuimos creía que el mundo estaba poblado de exóticos aborígenes, ajeno al he...

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Los indios canadienses se han rebelado; si, como dice Borges, "los nombres no son signos arbitrarios, sino una parte esencial de lo que definen", tal vez el nombre de la comunidad que ha cambiado el arco y las flechas por las armas automáticas -los mohawks- despierte en nuestras adormecidas conciencias recuerdos de la infancia, aquel tiempo lejano en que una palabra era capaz de invocar inagotables y fantásticos universos que el paso de los años ha ido reduciendo a mezquinas realidades. Aquel tiempo en que el niño que fuimos creía que el mundo estaba poblado de exóticos aborígenes, ajeno al hecho de que en ese momento se estaban pudriendo en los arrabales de las ciudades.Sí, los indios canadienses se han rebelado contra un Gobierno establecido, como anteriormente hicieran sus ancestros con la fiereza suicida de los que saben que lo tienen todo perdido. La causa es por sí misma un metáfora grotesca que resume el absurdo -histónico, pero no por ello menos absurdo- de la llamada colonización: han "desenterrado el hacha de guerra" para evitar que un pinar que les pertenece, aunque esté en manos de otro, se convierta en un esplendoroso campo de golf, en un campo de golf de 18 hoyos, que, por lo visto, deben de ser muchos hoyos.

Y de nuevo lla surgido de sus gargantas la sabiduría que sólo ellos saben condensar en una frase: "Nuestro tiempo ha llegado; por primera vez nuestras voces suenan y se oyen". Sin embargo, sabemos que su tiempo hace mucho que se fue y que ya no podrá volver, como también sabemos que sus voces posiblemente serán acalladas con el mismo collar de abalorios de siempre. Algunos escribirán bellos textos en su defensa, otros desenterrarán las atrocidades del rostro pálido a lo largo de la historia y otros los utilizarán para amenizar aburridas conversaciones veraniegas. Después, el silencio, el olvido.

Pero lo importante, lo verdaderamente importante, es que nos han hecho sentir, aunque sólo sea por un instante, que todavía queda algo del espíritu de aquellos primitivos que poseían un conocimiento de la realidad, de la verdadera, mucho más profundo que el que otorgan las falsas convicciones del hombre civilizado. Tal vez alguno de ellos todavía recuerde lo que nosotros hemos olvidado.

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Los indios canadienses se han rebelado. Y si con ellos se rebela una parte de nosotros, una parte de nosotros que ignoramos, pero que no por ello deja de existir, su levantamiento quizá habrá tenido algún sentido.-

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