Cartas al director

Apostillas a un artículo

Las apostillas a mi artítulo sobre Manuel Puig están convirtiendo la sección de Cartas al Director de EL PAIS en el auténtico culebrón del verano: tras los episodios epistolares consagrados a Puig, Barral y Marsé, el último capítulo de la serie (Carta a Juan Goytisolo, de Margarita González, EL PAÍS 4-8-1990) introduce un flash-back -puesto que estamos en 1965-, evocando la llegada de un misterioso telegrama (falso) de Salvador de Madariaga en plenas votaciones del premio Formentor de 1963, hecho que, según Margarita González, cambió aquéllas "a favor del libro de Jorge Se...

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Las apostillas a mi artítulo sobre Manuel Puig están convirtiendo la sección de Cartas al Director de EL PAIS en el auténtico culebrón del verano: tras los episodios epistolares consagrados a Puig, Barral y Marsé, el último capítulo de la serie (Carta a Juan Goytisolo, de Margarita González, EL PAÍS 4-8-1990) introduce un flash-back -puesto que estamos en 1965-, evocando la llegada de un misterioso telegrama (falso) de Salvador de Madariaga en plenas votaciones del premio Formentor de 1963, hecho que, según Margarita González, cambió aquéllas "a favor del libro de Jorge Semprún".En el último volumen de las memorias de Carlos Barral -tan celosas en preservar su intimidad real, como prontas a inventar en lo que toca a las vidas ajenas-, leí un párrafo sobre el tema lleno de hipótesis detectivescas y alusiones crípticas, en las que se deducía la existencia de un compló organizado por mi mujer, Monique Lange -entonces secretaria del jurado del Formentor-, con vista a otorgar el premio a Le lónge voyage. Para cualquiera que conozca a Monique y su ineptitud total para el maquiavelismo y la intriga la insinuación resultaba tan cómica y descabellada como lo sería la atribución de una poderosa mente científica a quien esto escribe o a Isabel Pantoja. Por eso lo dejamos sin respuesta, y lamentando que Margarita González haya extendido su culebrón a un episodio que sólo habría podido resolver en su tiempo Sherlock Holmes.

¿No es éste un ejemplo flagrante de la falta de seriedad que me reprocha?.-

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