Tribuna:ITALIA 90

Julieta va al estadio

Esa tarde, Julieta tuvo ocasión de recordar las últimas palabras pronunciadas por Romeo, momentos antes de morir, algunos siglos atrás, víctima del veneno y de un malentendido: "Cuando un partido se juega con ganas, no hay espectáculo más emocionante que el fútbol". Lo cierto es que a Julieta, este deporte, ni fu ni fa, pero estaba tan aburrida en la cripta y por la mañana habían desfilado ante ella tantos extranjeros vestidos con ropas chillonas y agitando banderas que acabó por picarle la curiosidad. No podía ocurrir de otra manera.

Así fue como la difunta abandonó las tinieblas y dec...

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Esa tarde, Julieta tuvo ocasión de recordar las últimas palabras pronunciadas por Romeo, momentos antes de morir, algunos siglos atrás, víctima del veneno y de un malentendido: "Cuando un partido se juega con ganas, no hay espectáculo más emocionante que el fútbol". Lo cierto es que a Julieta, este deporte, ni fu ni fa, pero estaba tan aburrida en la cripta y por la mañana habían desfilado ante ella tantos extranjeros vestidos con ropas chillonas y agitando banderas que acabó por picarle la curiosidad. No podía ocurrir de otra manera.

Así fue como la difunta abandonó las tinieblas y decidió unirse al jolgorio, escurriéndose por entre las parejas que escribían sus nombres y alguna promesa en los muros del jardín. De tarde en tarde se permitía una excursión al mundo moderno, que solía servirle para reconciliarse con su habitual estado de ultratumba.Frutas y verduras

Pasó primero por Piazza delle Erbe, que a su multitud de vendedores de frutas y verduras, pájaros y quincallas, se unían tipos que tocaban bocinas y cantaban canciones. Se entretuvo examinando a los excitados visitantes y vio que se distinguían por los colores, pero también por su aspecto físico y por el grado de exaltación. Los más marchosos eran los más morenos y bajitos, que iban de rojo y amarillo y que cantaban sin parar una cosa que insistía en la frase "que viva la España", que no era precisamente música de cámara. Lo que cantaban los otros, rubios, altos y cuadrados, era una especie de marcha militar difícilmente descifrable. Oyó a una florista decir: "Qué bien que hay fiesta y que no crean problemas". Pegó la oreja y se enteró de que los fanáticos del fútbol no siempre guardan la compostura. Verona había sido afortunada porque, siguió diciendo la florista, Bélgica y España son dos equipos bastante amigos debido a que sus reyes se llevan muy bien, pero que muy bien: a Julieta le pareció aquello un cuento de hadas de los de William Shakespeare.

Piazza Brà estaba mejor que nunca, con el anfiteatro de la Arena lleno de banderas y los restaurantes situados bajo las arcadas repletos de gentes. Había cantidad de hombres uniformados y en el cielo zumbaban eso que llaman helicópteros. De la vía Porta Nuova empezaron a llegar cochazos, y alguien dijo a su lado: "É i1 Re della Spagna", pero no pudo distinguirle a causa de los cristales oscuros.

Entre los vigilantes

A la hora del partido llegó al estadio y se coló por entre los vigilantes, sin acabar de decidirse en dónde ponerse. Dio una vuelta por los alrededores del césped, pero olía a linimento y le pareció poco delicado que los jugadores no llevaran mallas en las piernas. Luego, con el partido ya empezado, estuvo un rato con los periodistas, que son unos hombres muy raros que mueven los dedos encima de unas máquinas mientras gritan palabrotas. Un poco aburrida, decidió conocer al Rey, y como le gustó, se pasó el resto del encuentro en la tribuna de autoridades, que son un público bastante más tranquilo.

Al final, llegó a la conclusión de que un partido es como el amor, pero a lo bestia, y los tres goles le recordaron los que marcó Romeo la única noche que pasaron juntos.

Aunque de eso hacía ya mucho tiempo.

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