Editorial:

Embrujo andaluz

Los CASOS Juan Guerra y Naseiro, bien por neutralizarse entre sí en la consideración de los electores, bien por no merecer de éstos ninguna valoración negativa a la hora de votar, no parece que vayan a incidir de manera significativa en las elecciones andaluzas a tenor de los resultados del sondeo que hoy publica EL PAÍS.El partido socialista mantiene un porcentaje de votos y un número de diputados similares a los de las autonómicas de 1986, conservando, por tanto, una holgada mayoría absoluta por tercera vez consecutiva. El Partido Popular también muestra una tendencia estable en relación con...

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Los CASOS Juan Guerra y Naseiro, bien por neutralizarse entre sí en la consideración de los electores, bien por no merecer de éstos ninguna valoración negativa a la hora de votar, no parece que vayan a incidir de manera significativa en las elecciones andaluzas a tenor de los resultados del sondeo que hoy publica EL PAÍS.El partido socialista mantiene un porcentaje de votos y un número de diputados similares a los de las autonómicas de 1986, conservando, por tanto, una holgada mayoría absoluta por tercera vez consecutiva. El Partido Popular también muestra una tendencia estable en relación con las anteriores elecciones en cuanto al número de escaños, si bien tiende a la baja en el voto. Izquierda Unida-Convocatoria por Andalucía, por su parte, afronta un descenso en escaños y en votos; mientras que el Centro Democrático y Social (CDS) no logra salir de las tinieblas extraparlamentarias en las que permanece desde los primeros comicios andaluces de 1982. Sólo el Partido Andalucista (PA) experimenta un fuerte ascenso en la intención de voto, hasta el punto de duplicar los obtenidos en 1986 y quintuplicar el número de escaños.

La expectación suscitada por las elecciones del día 23 de junio en Andalucía se ha centrado, fundamentalmente, en calcular en qué medida el escándalo Juan Guerra podría desgastar a los socialistas, con el añadido de ser el feudo electoral del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Sin embargo, a la hora de votar, los andaluces parecen más influidos por la situación actual de Andalucía, a la que el 3 1 % califica de "buena" o "muy buena", y el 57%, mejor que la de hace cuatro años, que por los escándalos de presunta corrupción política. El caso Naseiro, más alejado del epicentro andaluz, tampoco parece afectar al PP, cuyo estancamiento electoral muestra una línea de resistencia a prueba de cambios en su liderazgo. En la intención de voto socialista y popular los líderes parecen contar poco.

En el caso de Izquierda Unida, en cambio, la pérdida de votos -si se produce- estaría vinculada más al descenso en la capacidad de convocatoria del candidato, Felipe Alcaraz, que al actual momento de crisis del modelo comunista. No olvidemos que su cabeza de lista en las anteriores autonómicas fue Julio Anguita. En cuanto al CDS, la intención de voto parece reflejar cuantitativamente las contradicciones cualitativas de su zigzagueante línea de pactos.

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El espectacular aumento en la intención de voto del Partido Andalucista tendría una explicación más compleja. El componente populista del discurso político de este partido -a falta de una suficiente base social sobre la que articular un genuino nacionalismo- le haría beneficiario coyuntural de los votos de aluvión procedentes de otros partidos. Es lo que puede suceder en las elecciones del día 23. La beligerancia de la que han hecho gala sus dirigentes en la denuncia del caso Juan Guerra, unida al carisma de su candidato, Pedro Pacheco, explicarían el que un cierto voto de castigo al PSOE -antiguos votantes de IU, pero también algunos socialistas e incluso del PP- se canalice hacia el PA.

Globalmente, pues, la situación política andaluza parece moverse en una línea de estabilidad sólo explicable por el clima de optimismo económico que se vive en la región y por la creencia mayoritaria de que ningún otro partido realizaría una gestión mejor que el PSOE.

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