Tribuna

Garbanzos de la primavera

Los soldados que miraban cómo bailaban los madrileños de ayer ignoraban que al mediodía preparaban cocido para inaugurar la primavera. En sus tiendas, preparadas para la guerra, grupos de militares vestidos como si fueran a ganar una batalla bailaban Devórame otra vez como si fuera un deseo, y eran ajenos al lugar común del mediodía. Los portales se fueron llenando de platos de plástico, y cuando cerraron finalmente las tiendas los soldados eran los protagonistas de una historia llena de generosidad y de basura.La plaza se quedó llena de platos inservibles, y los que vinieron de todas p...

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Los soldados que miraban cómo bailaban los madrileños de ayer ignoraban que al mediodía preparaban cocido para inaugurar la primavera. En sus tiendas, preparadas para la guerra, grupos de militares vestidos como si fueran a ganar una batalla bailaban Devórame otra vez como si fuera un deseo, y eran ajenos al lugar común del mediodía. Los portales se fueron llenando de platos de plástico, y cuando cerraron finalmente las tiendas los soldados eran los protagonistas de una historia llena de generosidad y de basura.La plaza se quedó llena de platos inservibles, y los que vinieron de todas partes a escuchar cómo se servían los garbanzos manu militari vivieron al final su propio SOS: por dónde pasar si no hay un solo sitio en el que no interrumpan los platos. Monjas, jóvenes con pendientes y chicas vestidas para el fin de semana Jugaron en la plaza Mayor a cambiarle el tono a una ciudad en la que ayer a mediodía el garbanzo parecía un plato de plástico hecho para consumir en una esquina.

Los restaurantes parecían lugares melancólicos llenos de gente insólita que no sabía bailar al ritmo de la plaza. El cocido, una metáfora del cocido, era también una petición de auxilio, llena de un aire de sopa, en torno al que se producía un mensaje tan imposible como la canción que se escuchaba en los altavoces que a la madrugada despertaron ya a los habitantes de la plaza Mayor. Cuando no eran aún las nueve de la mañana, los madrileños de este barrio sintieron el "one, two, three" de prueba de los que buscaban el mejor sonido para la fiesta. Luego, cuando el cocido ya estaba dispuesto, tuvieron que experimentar de nuevo la melodía de moda: Devórame otra vez.

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