Tribuna:

Memorial

Uno de los empeños más urgentes, por lo necesario, que abordan las cabezas más interesantes de la perestroika es la revisión de la memoria colectiva del comunismo soviético e internacional, revisión que pasa por la valoración cuantitativa y cualitativa de los crímenes del estalinismo. A diferencia de la orgía revanchista de la derecha universal, Afanassiev y otros intelectuales soviéticos quieren desintoxicar el recuerdo histórico para denunciar la sofisticada mecánica que hizo posible el secuestro de un socialismo humanista. O se descubre cómo operó esa mecánica o no se estará en condi...

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Uno de los empeños más urgentes, por lo necesario, que abordan las cabezas más interesantes de la perestroika es la revisión de la memoria colectiva del comunismo soviético e internacional, revisión que pasa por la valoración cuantitativa y cualitativa de los crímenes del estalinismo. A diferencia de la orgía revanchista de la derecha universal, Afanassiev y otros intelectuales soviéticos quieren desintoxicar el recuerdo histórico para denunciar la sofisticada mecánica que hizo posible el secuestro de un socialismo humanista. O se descubre cómo operó esa mecánica o no se estará en condiciones de salir del pozo del sentimiento de fracaso histórico. Y lo preocupante es que ese fracaso histórico no arrastra sólo a los verdugos, sino que también implica a aquellas de sus víctimas que no dejaron de ser comunistas ni en el paredón ni en la globalidad del Gulaj.Afanassiev y un puñado de empecinados han puesto en marcha un movimiento llamado memorial, que quiere rebasar las fronteras de la Unión Soviética y situar la cuestión en los cuatro horizontes del mundo. Está en marcha un encuentro en Londres, a fines de abril, de diferentes familias comunistas o ex comunistas animadas por el mismo empeño desintoxicador. Hay diferentes lecturas de esa propuesta de catarsis, desde la que denuncia en el leninismo el instrumental Iógico que hizo posible el estalinismo, hasta los que contemplan el estalinismo y su larga sombra brezneviana como un truculento secuestro, como un monstruoso aplazamiento de la lógica emancipadora del comunismo. Presiento que no hay final feliz para esta dialéctica y que será necesario salir de ella para apostar por un proyecto de izquierda superador de todas las variantes del masoquismo. Proyecto perentorio porque la reacción está exigiendo una pancarta en la que se diga: "Capitalistas del mundo, perdonadnos". Y la cortesía histórica bien entendida empieza por uno mismo.

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