Reportaje:

Doble sesión y bolsa de pipas

Muchos de los cinematógrafos de más éxito de Madrid se construyeron durante la posguerra

A pesar de las precarias condiciones económicas que caracterizan la posguerra madrileña, durante los años cuarenta y cincuenta se construye un buen número de cinematógrafos en barrios clave de la capital. La razón hay que buscarla en que durante esa época el cine se convierte en la gran diversión de la mayoría de la población, y las pantallas de las salas de exhibición, en una ventana abierta a la fantasía por la que escapar de la dura realidad circundante.

Superadas estas condiciones de vida, muchos de estos locales han desaparecido, con zonas como el barrio de Argüelles, superpobladas...

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A pesar de las precarias condiciones económicas que caracterizan la posguerra madrileña, durante los años cuarenta y cincuenta se construye un buen número de cinematógrafos en barrios clave de la capital. La razón hay que buscarla en que durante esa época el cine se convierte en la gran diversión de la mayoría de la población, y las pantallas de las salas de exhibición, en una ventana abierta a la fantasía por la que escapar de la dura realidad circundante.

Superadas estas condiciones de vida, muchos de estos locales han desaparecido, con zonas como el barrio de Argüelles, superpobladas, donde no subsiste ni el 10% de los existentes en aquellos años, pero en la que todavía funcionan algunos de los más suntuosos.La mayoría de los cinematógrafos que se levantaron durante los años cuarenta lo hicieron en el último tramo de la Gran Vía. El primero en aparecer fue el teatro-cine Gran Vía, construido por Germán Álvarez de Soto Mayor. Es un local espacioso, con buena visibilidad y una sala decorada con ricas maderas, pero, a pelar de su denominación original, muy pocas veces ha estado dedicado al arte dramático.

En los solares donde estaban emplazadas la casa profesa de la Compañía de Jesús y la iglesia de San Francisco de Borja, destruidas por un incendio poco después de la implantación de la II República, los hermanos Otamendi construyeron entre 1944 y 1949 el edificio madrileño más importante de la década. Constaba y consta de hoteles, galería comercial, piscina cubierta, apartamentos y el cinematógrafo Lope de Vega. Con algunas esporádicas escapadas al teatro, es un amplio local con buena visibilidad especializado en cine norteamericano.

Aire isabelino

Juan Pan de Torre construyó el Pompeya en 1945, un cinematógrafo de pequeñas dimensiones con un cierto aire isabelino que hasta hace poco, en que se cambiaron las butacas, se conservaba tal y como se construyó. Por último, el conocido arquitecto Luis Gutiérrez Soto diseña el edificio Rex en 1947 e incluyó un pequeño cinematógrafo, el Rex, que ha cambiado repetidamente de manos. En sus diversas etapas se ha dedicado a exhibir todo tipo de cine, desde películas de arte y ensayo en versión original subtitulada hasta las eróticas S, pasando, en una etapa anterior, por las de terror.En la primera mitad de los cincuenta, Gutiérrez Soto también construyó dos conjuntos de viviendas en los que incluyó cinematógrafos. El primero está situado al comienzo de la calle de Goya y consta de hotel, viviendas, oficinas, calles comerciales particulares y un amplio local., Aunque en un principio se denominó cine-teatro Carlos III, en raras ocasiones ha programado espectáculos teatrales. Se inauguró en 1952 con la producción norteamericana Casbah, y desde entonces ha llevado una lánguida vida albergando todo tipo de películas.

El segundo se levantó en la calle del general Martínez Campos, número 9, y está realizado a medias con el arquitecto Eugenio de Aguinaga. El Amaya es un extraño y feo local, más alto que largo y con muy mala visibilidad desde la primera mitad del patio de butacas. Desde hace años tiene un cierto prestigio, pues es el único local no situado ni en la Gran Vía ni en la calle de Fuencarral, las dos grandes arterias dedicadas al espectáculo cinematográfico, que siempre estrena películas de primera categoría, y durante los sesenta fue el refugio obligado de las mejores producciones del cine nacional.

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Construido por el arquitecto Vicente García Cabrero, se inauguró en 1945 el Argel, en la calle de Ayala, número 95. Es una sala espaciosa y de buena visibilidad, que hoy funciona con el nombre de Carlton. El arquitecto Vicente Eced y Eced edificó en 1946 el Selecciones, en la calle de Goya, número 67, pero pronto pasa a denominarse Vergara, por estar casi esquina con la calle del Príncipe de Vergara, que por la misma época cambia su nombre por el de General Mola.

Largo, estrecho y lóbrego

El Infantas en un local largo, estrecho y un tanto lóbrego, situado en la calle del mismo nombre, construido por el arquitecto Carlos de Torre y Costa en 1948. En los setenta albergó alguna temporada la itinerante Filmoteca Nacional, y desde entonces se dedica a la exhibición de películas en versión original subtituladas. El distribuidor y productor Julián Reyzábal financió en 1952 un edificio que incluye dos cinematógrafos simétricos, los Roxy, sala A y sala B, que, por estar en la calle de Fuencarral, siempre han sido de estreno.En 1954 se inaugura el cine Oraa, en la calle del general Oraa, pero en los setenta se dividió en dos salas, Dúplex 1 y Dúplex 2. Durante unos años también albergó la Filmoteca Nacional, y posteriormente alternó las proyecciones de películas en versión original subtitulada con las dobladas. En el barrio de Chamartín se construyó en 1955 el cinematógrafo de La Rosa, que en 1969 cambió su nombre por el de Juan de Austria.

Y por último, en 1959, en el edificio Torre de Madrid, construido por los hermanos Otamendi al comienzo de la calle de la Princesa, junto a la plaza de España, se incluyen un cinematógrafo y un teatro. Con el tiempo pasan a denominarse Torre, 1 y 2, ser el primero la última sede alquilada de la Filmoteca Española y dedicarse exclusivamente a la exhibición de películas, en su última etapa en versión original subtitulada. Cerrados muy recientemente, son los últimos viejos cinematógrafos madrileños en cerrar, aunque siempre hay una gran demanda por ocupar este puesto.

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