Tribuna:LA CAÍDA DEL 'CONDUCATOR'

La diáspora rumana

El éxodo de rumanos que sabían, temían o sentían lo que se les acercaba, empezó desde que las libertades comenzaron a mermarse en Rumanía a raíz de un armisticio puesto en práctica en un estilo puramente estalinista.La existencia de una diáspora rumana es una novedad: los rumanos no solían expatriarse. Sin embargo, durante los últimos 40 años, han sido numerosos los que abandonaron su patria; los que han podido hacerlo son muchos menos que los que soñaban con la evasión. Por primera vez en la historia hay rumanos en todos los países del continente, y creo que del mundo. Viven tan desparramados...

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El éxodo de rumanos que sabían, temían o sentían lo que se les acercaba, empezó desde que las libertades comenzaron a mermarse en Rumanía a raíz de un armisticio puesto en práctica en un estilo puramente estalinista.La existencia de una diáspora rumana es una novedad: los rumanos no solían expatriarse. Sin embargo, durante los últimos 40 años, han sido numerosos los que abandonaron su patria; los que han podido hacerlo son muchos menos que los que soñaban con la evasión. Por primera vez en la historia hay rumanos en todos los países del continente, y creo que del mundo. Viven tan desparramados, que es imposible dar cifras; sólo puedo decir que son muchos. Han salido como han podido: con pasaporte o sin él; pasando clandestinamente a través de fronteras protegidas por alambradas o atravesando a nado el Danubio; pagando a los circuitos oficiales o semioficiales que se habían formado rápidamente, comprados por Gobiernos occidentales, en base a presiones diplomáticas, o con dinero contante y sonante; abandonando los grupos folclóricos, deportivos y artísticos, en gira por el extranjero en que habían tenido la suerte de ser admitidos. En fin, por todos los medios al alcance de la imaginación y que a muchos de ellos les costó la vida.

Los problemas con que tropezaron al hallar un refugio en el extranjero eran tan diversos como naturales. La inserción social no parece haber sido decisiva; donde más dificultades hubo fue en la acogida -que les esperaba fue en los países limítrofes o cercanos, que tenían ya sus propios problemas y no estaban preparados para recibir nuevos huéspedes.

Los mayores centros de atracción y los que hicieron posible una más rápida inserción fueron países como Francia, Alemania, Suiza, España, Italia y el Reino Unido. Pero también los hubo, y siempre bien recibidos, en EE UU, Canadá, Bélgica, los Países Escandinavos, Australia y Latinoamérica.

Desinterés

Por una parte, no se podía hacer mucho; los grupos afines se habían desparramado y la opinión occidental estaba lejos de mostrar la apertura y el interés apasionado de ahora para los problemas de Este- europeo. Por otra parte, como en toda empresa, faltaban los medios y sobraban las iniciativas y las ambiciones dignas de elogio. Hubo formaciones de partidos democráticos herederas de los ya existentes antes de la guerra, pero su actividad fue forzosamente muy limitada.

La participación activa de los antiguos partidos en la futura vida política de Rumanía sería ahora prematura, Pero se va a plantear. Una referencia importante es la persona del rey Miguel; pero no es una referencia obligada. Su conducta en el exilio ha sido de exquisita discreción y prudencia. Jurídicamente, es verdad que firmó su abdicación, pero también es cierto que fue coaccionado y que su exilio fue más bien una expulsión. Se le puede y se le debe considerar en reserva de la nación; pero su situación y la de la dinastía sólo pueden aclararla el tiempo y la voluntad de la nación.

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Es en la cultura donde la diáspora rumana se ha sentido más a sus anchas. Desde este punto de vista, su integración ha sido rápida y total. No hace falta mencionar nombres; algunos están en todas las memorias, y la lista de los demás sería demasiado larga aquí. Rumanía, sin ella quererlo, ha regalado a Occidente escritores de gran valía, investigadores y eruditos de valor reconocido, pintores y escultores, músicos y cantantes, así como una gran cantidad de ingenieros, arquitectos y médicos. La inserción de todos estos creadores y especialistas en el país de su residencia no ha significado el olvido de la cultura que los había formado. Muchos poetas y escritores han continuado escribiendo su obra en rumano. Para dar un solo ejemplo, será suficiente recordar que Mircea Eliade no ha escrito nunca una página de literatura que no fuese en rumano, aunque la mayor parte de su obra científica estuviese escrita en francés o en inglés. A pesar de la dispersión y de la escasez de medios, la actividad literaria ha tenido por instrumento por lo menos una docena de revistas de alto nivel y de existencia sorprendentemente larga, dadas las condiciones de su publicación. Las asociaciones culturales rumanas pululan en los Estados Unidos y en Canadá, y también son numerosas en Francia, en Alemania y en Suiza. Prácticamente sin dinero, o con la contribución de pocos o, a veces, de una sola persona se han podido crear instituciones tales como la importante biblioteca rumana de Freiburg (Alemania) o la Fundación Cultural de Madrid, la Academia Rumano-Americana de Denver (EE UU).

Los exiliados rumanos han celebrado con dignidad el centenario del mayor poeta rumano, Mihai Eminescu, con motivo de su centenario en 1989. Hubo una conmemoración multitudinaria en París, con inauguración de un monumento del poeta, regalado por los exiliados a la ciudad de París, y otra conmemoración igualmente seguida por un numeroso público rumano y por las autoridades locales en Munich (RFA), en donde también habrá, gracias a la diáspora rumana, un busto del insigne poeta.

Integración

En lo referente a la situación laboral de los exiliados rumanos, su integración no ha planteado problemas de orden general hasta hace pocos años. Cuando se han planteado últimamente no ha sido por parte de los emigrantes rumanos sino por la situación del trabajo en los países occidentales, que tradicionalmente les reservaban una buena acogida. Esta situación no ha cambiado y parece introducir discriminaciones en aquellos'casos en que las personas se habían asegurado ya un lugar de trabajo, sólo que se han puesto demasiadas trabas legales a la autorización de nueva mano de obra extranjera.

Entre los exiliados conviene no olvidar a los pertenecientes a minorías étnicas. Se trata principalmente de alemanes de Transilvania y del Banat, pero también de judíos, griegos, suizos y, últimamente, húngaros, además de otros elementos que habían sido sorprendidos en Rumania por los acontecimien tos. La marcha de estos últimos es natural. En cambio, los alemanes, los húngaros y los judíos estaban integrados, y a ve ces asimilados. Los dos primeros tenían una generación y mucha historia en los lugares de donde estaban huyendo. Era su patria, pero esta patria, que muchos. de ellos no conocían, no era su medio ambiente natural.

Sería injusto olvidar que en cierto modo también fueron unos exiliados. Si nosotros lo olvidásemos, nos lo recordarían ellos, porque todos añoran el país. Casi todos han formado asociaciones de ámbito regional, guardan recuerdos, celebran aniversarios, conservan costumbres y se mantienen en contacto más o menos regulares con el lugar de su nacimiento. No sería extraño que muchos de ellos volvieran ahora a lo que fue siempre su casa, la de sus. abuelos o antepasados. Y tampoco me extrañaría que supieran de antemano que se les espera.

Alejandro Cioranescu es un profesor e investigador rumano que ha desarrollado su actividad, docente en la universidad de La Laguna. Entre sus principales obras se encuentra una Bibliografla de la literaturafrancesa de los siglos XVI, XVII y XVIII,- El Barroco o el descubrimiento del drama, y La máscara y la cara, que trata de la influencia española en el catecismo francés.

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