Editorial:

Invitación del Rey al diálogo

LOS MENSAJES del Rey, y muy especialmente los que cada año dirige al pueblo español en fiestas tan entrañables como las navideñas, cumplen una función orientadora que, más allá del estricto ámbito político, sirven para que los españoles tomen conciencia de sus problemas más acuciantes y de sus aspiraciones más sentidas como colectividad. Y por otra parte, las referencias reales a los problemas que preocupan a los españoles y a las amenazas que se proyectan sobre su convivencia, constituyen una fórmula legítima de llenar de contenido las atribuciones constitucionales del Jefe del Estado, entre ...

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LOS MENSAJES del Rey, y muy especialmente los que cada año dirige al pueblo español en fiestas tan entrañables como las navideñas, cumplen una función orientadora que, más allá del estricto ámbito político, sirven para que los españoles tomen conciencia de sus problemas más acuciantes y de sus aspiraciones más sentidas como colectividad. Y por otra parte, las referencias reales a los problemas que preocupan a los españoles y a las amenazas que se proyectan sobre su convivencia, constituyen una fórmula legítima de llenar de contenido las atribuciones constitucionales del Jefe del Estado, entre ellas muy principalmente las de simbolizar la permanencia y unidad del Estado y de moderar el funcionamiento de las instituciones.En el mensaje de este año, las elecciones legislativas, en el ámbito interior, y los cambios que se están produciendo en los países de Europa del Este, en el internacional, constituyen las cuestiones que han merecido más intensamente la reflexión del Rey. El hecho de que una vez más el pueblo español haya expresado su voluntad política en paz y libertad demuestra para don Juan Carlos que "la democracia, instalada con todas sus consecuencias al aprobarse nuestra Constitución, ya es patrimonio conquistado por todos los españoles" y que "las generaciones de los mayores y de los jóvenes podemos miramos cara a cara, con afecto y sin divisiones radicales". El Rey recuerda que la aceptación de la decisión mayoritaria expresada en las urnas es esencial para la buena marcha de la sociedad, pero recomienda a la fuerza política cuyo proyecto electoral ha conquistado el apoyo mayoritario del pueblo "comprensión para las opiniones que, aunque vengan del oponente político, puedan ser justas y adecuadas". Y en general, como hábito de comportamiento político a seguir, don Juan Carlos señala la necesidad de "perder el miedo a las discrepancias cuando éstas se producen con respeto y altura de miras".

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La violencia, a la que en esta ocasión el Rey elude referirse bajo la rúbrica del terrorismo de ETA para evitar que la amargura y la indignación oscurezcan el ambiente convivencial de estas fiestas, es considerada absolutamente injustificada, ya que, "en un sistema de libertades bien asimiladas, todos los problemas pueden resolverse sin violencia". En este sentido, don Juan Carlos anima a los españoles a unirse en los propósitos de progreso y de diálogo "poniendo por encima de todo el pensamiento en España y en su indisoluble unidad, que la Constitución proclama". El duro aprendizaje a que la historia ha sometido a los españoles en su camino hacia la libertad y la democracia sirve al Rey para aventurar que quizá España pueda constituir un ejemplo para los países del Este europeo, "que ahora pasan, como nosotros hemos pasado con éxito, por la difícil prueba de una profunda transformación política, económica y social". Los acontecimientos que se suceden en estos países, del que el más espectacular ha sido el derrumbamiento del muro de Berlín, son para don Juan Carlos un motivo de esperanza para la paz y la hermandad entre los pueblos, que, sin duda, "han de tener una repercusión aún difícil de predecir".

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