Editorial:

¡Ya está bien!

EL ESPECTÁCULO de la hija de Ruiz-Mateos lanzando una tarta contra Isabel Preysler forma parte de la tediosa función que vienen escenificando el empresario jerezano y su clan contra el ex ministro Boyer y las otras personas, físicas o jurídicas, elegidas por su paranoica mente para desahogarse. Y ya está bien. Ese hombre, que no ha desperdiciado ocasión de sustraerse a la acción de la justicia, debería estar en la cárcel. No puede resultar tan difícil localizar a un señor que un día sí y otro también disparata sin tasa desde las emisoras de radio y se fotografía desafiante aquí y allá.En toda ...

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EL ESPECTÁCULO de la hija de Ruiz-Mateos lanzando una tarta contra Isabel Preysler forma parte de la tediosa función que vienen escenificando el empresario jerezano y su clan contra el ex ministro Boyer y las otras personas, físicas o jurídicas, elegidas por su paranoica mente para desahogarse. Y ya está bien. Ese hombre, que no ha desperdiciado ocasión de sustraerse a la acción de la justicia, debería estar en la cárcel. No puede resultar tan difícil localizar a un señor que un día sí y otro también disparata sin tasa desde las emisoras de radio y se fotografía desafiante aquí y allá.En toda paranoia hay una implacable lógica interna, y a estas alturas está bastante claro en qué consiste la que guía las astracanadas de R. M.: la de intentar anegar en un mar de conjeturas imprecisas las graves acusaciones que pesan sobre él a fin de seguir interponiendo el máximo de obstáculos entre su persona y los tribunales, cuyos veredictos, en España y en el extranjero, le han sido hasta el presente desfavorables. Su pretensión de resultar elegido parlamentario europeo se inscribe en esa línea, seguramente con la idea de añadir a esos obstáculos el requisito de la concesión de un suplicatorio. El temor de favorecer esa estrategia explica probablemente la pasividad de quienes están encargados de ponerlo a buen recaudo. Pero incluso ese riesgo es preferible a la impunidad con que tan chusco personaje y los descerebrados y pillos que le ríen las gracias se ponen a las instituciones por montera en una inacabable escalada de la provocación. Que lo detengan de una vez.

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