Tribuna:

Familias

"Los gamos, los corzos, los alces y los renos", dijo el joven, "y en Asia también estamos nosotros, los uapitis, los chitales, los alces y los renos. Y allá, al otro lado del Atlántico, también los renos y los alces y los uapitis y, además, el ciervo de Virginia, la corzuela roja y el pudú común". La madre cierva disimulé su satisfacción tras una ligera severidad pedagógica: "Te has dejado un miembro de la familia". El cervato se apresuró a responder: "El ciervo del padre David, en los campos de concentración zoológica". "Muy bien, veamos ahora las familias enemigas". "Los terrateniente...

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"Los gamos, los corzos, los alces y los renos", dijo el joven, "y en Asia también estamos nosotros, los uapitis, los chitales, los alces y los renos. Y allá, al otro lado del Atlántico, también los renos y los alces y los uapitis y, además, el ciervo de Virginia, la corzuela roja y el pudú común". La madre cierva disimulé su satisfacción tras una ligera severidad pedagógica: "Te has dejado un miembro de la familia". El cervato se apresuró a responder: "El ciervo del padre David, en los campos de concentración zoológica". "Muy bien, veamos ahora las familias enemigas". "Los terratenientes atrabiliarios, los terratenientes reciclados, los guiris de grandes posibles, los banqueros gordos, los banqueros afinados por el squash, los señoritos de posmierda, los gorrones comunes, los lameculos de status y rol imprecisos, los políticos de derechas y, según parece, algunos políticos de izquierdas". "Última pregunta", dijo la madre. "¿Cómo gustan todos ellos de ser denominados?". "Deportistas", contestó el cervato probando sus fuerzas en un salto de varios metros.Mordisquearon perezosamente unas hierbas y el cervato confesó: "Sigo sin entender muy bien por qué nos matan; a veces, cuando los miro, les encuentro algo tan próximo, tan cérvido...". La madre guardó un pequoño silencio, pensativa, y dijo: "A veces me he preguntado si les molestaba nuestra organización, ligeramente matriarcal. Pero creo que es el movimiento, nuestra agilidad, lo que les inquieta. Ellos dirían que les provoca". "Les gusta matar, ¿no?", preguntó el joven. "Quizá", contestó la madre. "Y para un político actual matar directamente es difícil". Hicieron una corta carrerilla.

"Se les ve tan ridículos midiendo luego nuestras defensas", dijo el cervato. "Hay una leyenda sobre eso", ilustró la madre. "Los machos humanos temen tener cuernos. Proyectan. ¿No te gustaría tener una cabeza disecada de banquero en el peñasco sobre la fuente?". "¡Qué asco!". La madre asintió riendo. "Una cabeza nuestra disecada les da seguridad, les convence de que mandan. Son así de simples".

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