El prisionero feliz

El asesino por despecho de una joven se niega a recurrir su condena de 19 años de cárcel

José Torres, de unos 50 años y natural de Peñolite, una minúscula aldea enclavada en el parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas (Jaén), se siente feliz en la cárcel y ha comunicado a su abogado, Luis Carlos Pérez, que no recurra una sentencia de la Audiencia Provincial de Jaén que lo condena a 19 años de reclusión menor por el asesinato de Francisca Alguacil, de 27 años, su amor platónico.

Prefiere la celda a regresar al pueblo, donde entre miradas recelosas vive todavía su anciana madre, con la que convivió hasta el pasado 12 de octubre de 1987, cuando acechó y mató de tres puña...

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José Torres, de unos 50 años y natural de Peñolite, una minúscula aldea enclavada en el parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas (Jaén), se siente feliz en la cárcel y ha comunicado a su abogado, Luis Carlos Pérez, que no recurra una sentencia de la Audiencia Provincial de Jaén que lo condena a 19 años de reclusión menor por el asesinato de Francisca Alguacil, de 27 años, su amor platónico.

Prefiere la celda a regresar al pueblo, donde entre miradas recelosas vive todavía su anciana madre, con la que convivió hasta el pasado 12 de octubre de 1987, cuando acechó y mató de tres puñaladas, en un descampado, a la mujer de sus sueños. "Todas las noches, antes de acostarse, consumía casi una cajetilla de tabaco pensando en ella. Durante cinco años fue su obsesión", confiesa el letrado defensor, cuyo deseo de recurrir la sentencia ha sido vano.Francisca Alguacil, empleada de la Caja Rural de Jaén, no le correspondía sentimentalmente: "Se reía de mí y me provocaba levantándose la falda. Nunca quise matarla; no deseaba que esto llegase tan lejos porque yo la quería", asegura Torres. "¡Ay, Dios mío! Que no le hagan nada, que mi hijo está mal de la cabeza", gemía su madre al conocer la tragedia y advertir el deseo de venganza de los parroquianos. Ahora, en la aldea de algo más de 500 habitantes, nadie quiere oír mencionar el nombre de José Torres. Está solapadamente desterrado y quienes aún le guardan aprecio le aconsejan que deseche volver nunca a Peñolite.

En la prisión se le ha asignado el área de enfermería. Allí ha encontrado nuevas amistadas y los dos años que lleva recluido le han valido la suficiente veteranía como para adquirir el respeto de los demás internos.

Unos 10 años en prisión

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El letrado defensor calcula que cumplirá únicamente la mitad de la condena, unos 10 años, dado que su comportamiento es "ejemplar y realiza trabajos". Aún no tiene claro dónde irá cuando abandone la cárcel, aunque su familia (que coincide con Torres en no apelar la sentencia a fin de "no remover más el tema") le ha propuesto, cuando todo pase, vivir en Benidorm (Alicante).

Torres, soltero, ingresó en la prisión de Jaén dos días después del crimen. Tras una intensa batida por la sierra, la Guardia Civil lo halló oculto debajo de un olivo con varias heridas en el vientre y pecho. Él mismo se autolesionó con la navaja homicida. "¿Ha muerto ya?", preguntó Torres, cabizbajo y con voz temblorosa, a los agentes de la Guardia Civil. Según testigos presenciales, un puñetazo fue la respuesta.

La Audiencia de Jaén consideró hechos probados' que "Torres, después de ser rechazado [sentimentalmente] en 1983 por Alguacil, de la que estaba enamorado, y enfadado por comentarios de ésta" sobre las dos y media de la tarde del 12 de octubre de 1987 "vio cómo Alguacil se dirigía con dos amigas a dar un paseo por el campo". A unos dos kilómetros de la aldea, en una vereda rural, ellas escucharon: "Esperadme, que tengo que hablar con vosotras", y contestaron: "No tenemos nada que hablar contigo". Torres les dio alcance y, cogiendo por el brazo a Alguacil, le espetó: "Ahora me vas a decir quién es el payaso". Seguidamente, la asió del brazo y le propinó tres puñaladas, una de ellas -la que le asestó en el hígado- de carácter mortal, según consideró el tribunal.

Las dos amigas no lograron reducir a Torres y echaron a correr. La víctima, que logró zafarse de su agresor -ya herida arrojándole a la cara un jersei, huyó con dirección a la aldea. Torres la persiguió, pero al verse impotente para alcanzarla le arrojó piedras que recogió del suelo.

Cerca de Peñolite, un automovilista, Santiago García, auxilió a Alguacil, que sujetaba sus intestinos con la mano. "Ay Santiago, que me muero; dame agua y llévame a Úbeda [al hospital]". Alguacil falleció desangrada en el trayecto.

El fiscal solicitó en el juicio 29 años de reclusión mayor, y el acusador particular, 30 años. El tribunal reputó los hechos como asesinato y rebajó la petición del fiscal 10 años, tras considerar la eximente parcial incompleta de trastorno mental transitorio.

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