Tribuna:

Pendulazo

Medio siglo esperando el cambio, y cuando llegó, tampoco era eso. Queríamos un cambio a más y mejor, que abriera marcha al progreso, a la justicia y a la libertad, y dimos un vuelco radical a la historia de este país, poniendo a la izquierda en el poder. El resultado es sorprendente, pues el cambio ha traído un pendulazo que nos devuelve a la farándula astrosa de medio siglo atrás.No exactamente nos devuelve allá, claro. La civilización evoluciona y ciertos estereotipos de entonces quedan anacrónicos en la actual modernidad. Sin embargo, otros les sustituyen, y si se les quita la carátula que ...

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Medio siglo esperando el cambio, y cuando llegó, tampoco era eso. Queríamos un cambio a más y mejor, que abriera marcha al progreso, a la justicia y a la libertad, y dimos un vuelco radical a la historia de este país, poniendo a la izquierda en el poder. El resultado es sorprendente, pues el cambio ha traído un pendulazo que nos devuelve a la farándula astrosa de medio siglo atrás.No exactamente nos devuelve allá, claro. La civilización evoluciona y ciertos estereotipos de entonces quedan anacrónicos en la actual modernidad. Sin embargo, otros les sustituyen, y si se les quita la carátula que permite desenvolverse, al abrigo de sospechas en estos tiempos democráticos y de crecimiento económico, son pariguales.

Ya no hay caterva de chiquillos desharrapados que asolan calles a la pedrea, pero hay bandas de navajeros; ya no hay piojo verde ni tisis, pero hay mugre y SIDA; ya no hay porteras que despellejan a la vecindad, pero hay papeles que cuentan en clave de libelo cómo se lo hace la aristocracia; ya no hay subsecretarios que denuncian la conspiración judeo-masónica, pero hay portavoces que incriminan intimidaciones obreras; ya no hay ignorantes absolutos en puestos de mando porque guerrearon en Belchite, pero hay perfectos inútiles ejerciendo cargos porque tienen carné; ya no hay Movimiento donde medrar delatando jodíos rojos para ponerlos a pedir, pero hay partido donde se hace la olla gorda descalificando profesionales blancos para tirarlos a un rincón; ya no hay estraperlistas surgidos de la nada que dicen haiga y atiborran la andorga, pero hay tecnócratas de la nomenclatura que dicen prime rate y viven en el lujo de la jet set.

Diales y cronicones recogerán este panorama deduciendo que el país es pendular y tal cual habría de entrar su testimonio en la historia si no fuera porque un día la sociedad civil detuvo el péndulo por donde caía, abandonó el tajo, paró quieta y advirtió a la clase política toda que si no abre marcha al progreso, a la justicia y a la libertad, ya puede ir cogiendo el portante.

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