Peshawar, la penúltima frontera

La próxima retirada soviética 'acelera' a guerrilleros y refugiados afganos en Pakistan

Los últimos enfrentamientos entre el Ejército afgano y los muyahidin han bloqueado la carretera internacional que conecta Peshawar, capital paquistaní del noroeste, y Kabul, a través del paso de Khyber. En la capital afgana se han quedado sin carne, sin azúcar y sin arroz. El pan escasea. Mientras, en esta ciudad paquistaní, sede de la estructura política de la resistencia, las tiendas ven vaciarse sus reservas de productos rusos como vodka, electrodomésticos o mantequilla. Los fruteros del gran bazar ofrecen uvas y granadas afganas, pero sus precios han subido considerablemente.

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Los últimos enfrentamientos entre el Ejército afgano y los muyahidin han bloqueado la carretera internacional que conecta Peshawar, capital paquistaní del noroeste, y Kabul, a través del paso de Khyber. En la capital afgana se han quedado sin carne, sin azúcar y sin arroz. El pan escasea. Mientras, en esta ciudad paquistaní, sede de la estructura política de la resistencia, las tiendas ven vaciarse sus reservas de productos rusos como vodka, electrodomésticos o mantequilla. Los fruteros del gran bazar ofrecen uvas y granadas afganas, pero sus precios han subido considerablemente.

En cuanto ha comenzado a notarse la falta de estos productos básicos por la interrupción del contrabando, el descontento se ha hecho patente a un lado y otro de la frontera. "Que liberen el país, sí. Que no corten nuestra fuente de ingresos, también", dice el propietario de un pequeño comercio de las abiga rradas callejuelas del centro de Peshawar.El mercado negro entre Afga nistán y Pakistán se ha hecho vi tal para los dos países, hasta tal punto de que grandes zonas de ambos no pueden sobrevivir si él. Los contrabandistas, agrupa dos en una especie de gremio, pagan diariamente casi un millón de pesetas por la vista gorda de 10 funcionarios gubernamentales paquistaníes, núlicias y varios jefes tribales, que se lo reparten ordenadamente. Para muchas de estas tribus, que viven en montafías donde apenas crece la hierba, el único medio de vida es el contrabando.Las tropas soviéticas abandonaron Jalalabad, el núcleo urbano más importante de esta carre tera, en mayo, de acuerdo con lo pactado en-;"G'inebra. Sin embargo, no tardaron en volver con más tanques y bombarderos que antes. El Ejército rojo ha tomado revancha por los continuos ataques sufridos en el camino de Vuelta a casa. Sin embargo, la decisión de Gorbachov de frenar la retirada de sus tropas de Afganistán no ha causado gran preocupacción. Fuentes norteaniericanas se manifiestan "corivencidas" de que Moscú cumplirá el acuerdo de Ginebra por el que se comprometió a no tener un solo soldado en territorio afgano el próximo 15 de febrero.

"Disparar es una equivocación. Les he dicho a mis hombres que deben cooperar con los rusos para que se vayan pronto", afirma Sebgatula Mejadedi, líder del Frente Nacional de Liberación. Para este político moderado, de 62 años, ex profesor de Teología y Lógica de la universidad de Kabul, la lucha tiene dos frentes: el comunista y el radical de la Alianza Muyahidin, en la que su partido está inserto.Radicales y moderados"Yo con Heckinatiar no me hablo", dice al referirse al líder de una facción (le Hezb-i-Islami, Gulbudin Heckinatiar; un hombre de 38 años tachado de "peligroso" por quienes no le siguen,pero venerado entre los rebeldes más jóvenes.

El 15 de febrero, cuando se haya marchado el último soldado del Ejército rojo, Mojadedi no duda que estará al frente de la alianza. La presidencia es rotatoria entre los siete líderes de los partidos que la forman. El mandato del actual, Burhanudin Rabani, jefe del fundamentalista Jamiat-i-lslami, concluye el 14 de diciembre próximo.

La salida de Pakistán del letargo.dictatorial ha convertido a este país islámico en la novia de todos sus vecinos. Benazir Bhutto, la joven líder del Partido Popular (PPP), no ha ocupado aúnla jefatura del Gabinete, cuando ya todos le guiñan el ojo. Desde la URSS a Estados Unidos, pasando por India, se respira un aire de apaciguamiento y de voluntad de estabilizar la zona. La postura de Pakistán con respecto a Afganistán es vital. Los muyahidin moderados creen que ha llegado su tiempo.

Heckinatiar también se muestra confiado y asegura que la situación está a favor de ellos. Lentamente, sin variar lo más mínimo el tono de sus palabras, el Jomeini afgano insiste en que "Occidente frena la autodeterminación" de su pueblo. Considera que las divisiones de la alianza son ejemplo de que en Afganistán existen partidos políticos y de que no tiene por qué haber un partido único. "Nuestra sociedad ya no es tribal. Las tribus se han convertido en partidos políticos", afirma Heckmatiar y reivindica para Afganistán un sistema moderno, basado en elecciones libres.

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Yunus Jalis, líder de la facción moderada del Hezb-i-Islami, teme la manipulación de los comicios por parte de los hombres de Heckniatiar, cuya estructura de partido está mucho mejor organizada y disciplinada. El moderado Mojadedi considera simplemente "imposible celebrar elecciones libres en un país en guerra".Los guerreros

Mientras los políticos planean su estrategia para convertirse en los nuevos Najibula de Afganistán, Abdul Haq, comandante al mando de la liberación de Kabul, trata de evitar el baño de sangre que puede suponer el fin del régimen comunista. "Pretendo infiltrar muyahidin en la policía, en la guardia presidencial, en la Administración pública, para que cuando llegue el momento, y sindisparar un tiro, el país se paralice por entero", dice. "En mis estancias clandestinas en Kabul he hablado con muchos generales y oficiales del Ejército y me han prometido ayuda. Sé que es la unica forma de recuperar Kabul", concluye el comandante, de apenas 35 años.

Abdul Haq se disculpa: "Sólo atacarnos instalaciones militares comunistas, pero a veces se pierde un misil y entonces dañamos a la población civil. La culpa la tienen los soviéticos por haber instalado la séptima y octava divisiones en el centro de la ciudad". Su reacción es rotunda cuando se le dice que hay denuncias sobre el uso de armas químicas por los muyahidin: "Nosotros estamos

anando y el final está cercano. El gas no lo utilizan los vencedores. Son los soviéticos los que han enviado miles de máscaras, lo que revela sus planes".

La invasión soviética, en diciembre de 1979, ha causado estragos entre la población civil afgana. Un tercio de los habitantes ha huido de los bombardeos y ha buscado refugio en Pakistán -tres millones de refugiados- o Irán -dos millones- Más de 100.000 profesionales, intelectuales o miembros de la burguesía afgana acomodada se encuentran en Europa o en Estados Unidos. Sólo los combates de la semana pasada han motivado el éxodo a Pakistán de otros 20.000 afgános.

El fin de la guerra significa también la vuelta a los hogares destruidos. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados está ya elaborando los planes de repatriación. Lo primero que necesita y exige a la URSS son los planos del minado del territorio afgano. Los expertos de la ONU temen que el suelo esté sembrado con más de dos millones de minas. Otro de los más graves problemas que habrán de enfrentar estas gentes, en su mayoría campesinos, será la recuperación de la agricultura.PrísionerosAhora que comienza a hablarse de negociaciones directas entre los soviéticos y los muyahidin, Mojadedi, como los demás líderes de la alianza, afirma que éstas han de abarcar todos los terrenos. Y se congratula de que los soviéticos tengan interés en hablar de los prisioneros de guerra.

Según Mojadedi, los prisioneros rusos son unos 25, pero los afganos de uno y otro lado ascienden a más de 40.000. "El único intercambio aceptable es el total por el total", dice este dirigente que tiene cerca de 90 parientes encarcelados y en cuya familia no queda un joven que no esté exiliado o en prisión.

Para este político educado en Europa y defensor del orden tradicional afgano, la única solución para la pacificación del país está en el derrocado monarca Zahir Shali. Mojadedi asegura que el 80% de la población de Afganistán está a favor de la vuelta del rey. Heckinatiar, por el contrario, afirma que la monarquía sería "un intolerable retroceso".

A sus 73 años y exiliado en Roma, este monarca constitucional y modernista cuenta con simpatías internacionales y en el interior de Afganistán, con la excepción de los fundamentalistas islámicos. Zahir Shah se ha declarado dispuesto a colaborar en la reconstrucción del país y aguarda una llamada que parece cada vez más lejana.

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