Tribuna:HACIA LA EUROPA SIN FRONTERAS / 1

Un espacio social comunitario

Cuanto más se acerca el plazo del 1 de enero de 1993, de la Europa sin fronteras surgen más interrogantes e inquietudes sobre cómo será la vida social en la misma. El autor de este artículo afirma que no sólo el ideal europeo no es ya el que era originariamente -cuando lo que movilizaba las energías de los promotores del Tratado de Roma era la voluntad de paz, de autosuficiencia alimenticia y de crecimiento económico- sino que se perfila un retroceso.

A falta de un espacio social que aporte las garantías necesarias, surge la amenaza de una Europa socialmente desrreglamentada, sacudida p...

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Cuanto más se acerca el plazo del 1 de enero de 1993, de la Europa sin fronteras surgen más interrogantes e inquietudes sobre cómo será la vida social en la misma. El autor de este artículo afirma que no sólo el ideal europeo no es ya el que era originariamente -cuando lo que movilizaba las energías de los promotores del Tratado de Roma era la voluntad de paz, de autosuficiencia alimenticia y de crecimiento económico- sino que se perfila un retroceso.

A falta de un espacio social que aporte las garantías necesarias, surge la amenaza de una Europa socialmente desrreglamentada, sacudida por constantes reestructuraciones y reyertas económicas, de una Europa reducida a una zona de movilidad impuesta y, por tanto, dolorosa, de una Europa cuyas contradicciones y riesgos sociales podrían convertirla en una torre de Babel amenazada por la destrucción.Los factores de desequilibrio social de la construcción europea son complejos y se mueven en sentido contradictorio. Algunos llegan a negar el riesgo de dumping social. los países con salarios bajos, dicen, son también aquellos en los que las cualificaciones y condiciones de progreso de la productividad son peores, y de ello deducen que una cosa se compensa con la otra. Este burdo optimismo macroeconómico no se tiene en pie. Ciertamente, los costes salariales no son indefectiblemente determinantes, pero sí lo son en industrias como la textil, la, agroalimenticia, las obras públicas o los transportes por carretera. Existe un fuerte riesgo en estos sectores de que las actividades se trasladen hacia los países con bajos costes salariales.

En sentido inverso, dinero llama a dinero y las regiones de Europa con tecnologías avanzadas, con altas cualificaciones y alta productividad concentrarán las actividades económicas de futuro y se profundizarán las diferencias con las regiones pobres. En fin, ante la ausencia de garantías sociales europeas, en todos los países se ejercerá una presión hacia abajo sobre los logros sociales. Lejos de anularse, estos factores de desequilibrio son acumulativos y, en resumidas cuentas, afectarán ampliamente a las condiciones de vida, a la cohesión social y a la vida democrática en el seno de la Comunidad Europea.

Hay que estar ciego para no ver las repercusiones económicas de semejante evolución. La cohesión social es una condición para el éxito económico. En un mundo moderno esto es así en todas partes, desde la empresa hasta la Comunidad Europea. Además, no se podrán superar las dificultades de la construcción europea si los asalariados y pueblos de nuestros países no ven en ella una perspectiva de progreso social, si no participan en esta creación colectiva, verificando en la práctica que Europa aporta soluciones a los problemas que encuentran.

No se podrá hacer de Europa un espacio de movilidad profesional voluntaria y dinámica si no se aseguran las garantías sociales necesarias; no sólo en materia de seguridad social, sino también en lo que concierne a jubilaciones complementarias, seguro de desempleo, posibilidades de formación...

El espacio social europeo debe caracterizarse por una capacidad de crecimiento y de creación de puestos de trabajo mayor que la de cada uno de nuestros países, por el aumento de las cualificaciones profesionales, la consolidación de los logros sociales y la reducción de las desigualdades, de manera que las regiones y países más desfavorecidos progresen más rápidamente sin que se frenen las mejoras en los países más avanzados.

Para construir este espacio social es necesaria una voluntad colectiva más fuerte, más apasionada, capaz de movilizar a todos los que creen en Europa, sean fuerzas políticas, representantes del mundo patronal u organizaciones sindicales.

Para tener éxito es importante clarificar el camino y los medios a utilizar. No queremos una Europa de la uniformidad, pasada por la apisonadora de las directivas europeas. Pero lo legislativo tiene un papel irremplazable que desempeñar para garantizar en toda Europa en cuestiones como: la libertad sindical; los derechos de los asalariados a la información, la consulta y la representación; los principios de la negociación colectiva; la protección de los asalariados en lo que concierne, por ejemplo, a la seguridad en el trabajo, los contratos de trabajo atípicos y los ataques al derecho laboral, los principios comunes de seguridad social...Diálogo socialEl mejor espacio social será, en efecto, el que se desarrolle aportando respuestas dadas libremente a los problemas concretos planteados a los asalariados de los diferentes países, y en los campos en que la dimensión europea aporte una eficacia suplementaria. Dándose cuenta a tiempo de los problemas a resolver, progresando de forma adaptada, el diálogo social es la prueba de una cohesión social sólida y dinámica.

El diálogo social europeo no debe limitarse al plano global. Por ejemplo, en las empresas de dimensión europea hay que crear comités de grupo. Los problemas de los trabajadores fronterizos también deberían dar lugar a discusiones específicas. Pero el diálogo social sectorial en las ramas profesionales es hoy, sin duda, lo más urgente. En los sectores de actividad que están más afectados por la realización del mercado único es necesario anticipar las evoluciones para evitar las reestructuraciones no controladas, con los daños sociales y el paro que engendran, para detectar las cualificaciones necesarias para los puestos de trabajo del futuro y para emprender de manera convergente las acciones necesarias. A decir verdad, dicho diálogo sectorial abarca a todos, pero se debe dar prioridad a aquellos más afectados.

Terminaré hablando de mi convicción de que Europa es una baza irremplazable para frenar la degradación del tejido social de nuestros países, de la que dan testimonio tantos signos, lo mismo en el plano social que en el político, y para dar un nuevo dinamismo a nuestra economía y un nuevo impulso a nuestra sociedad. Es por ello que el éxito de Europa pasa hoy por la construcción voluntaria de su espacio social. ¡No hay tiempo que perder!es secretario general de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT).

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