Volver a Lisboa

Sirva esta carta para aliviar corazones doloridos, que el viento solidario extienda las pavesas por todos los océanos.De lo soñado canta el hombre, también de lo vivido. Dos veces fui rueda enamorada de la Ciudad Blanca. La lucidez fantástica en los párpados de Lisboa.

Supe que el fado es un tranvía enmohecido de belleza, que sobrevive a la lluvia oblicua de la noche. Supe amar "las metafísicas perdidas por los rincones de los cafés" del Chiado, lo abstracto en la cotidianidad callejera de plazas y rúas plausibles. Dormí en los tejados del Tajo mi alma de poeta. Escapé del sarao bursáti...

Sirva esta carta para aliviar corazones doloridos, que el viento solidario extienda las pavesas por todos los océanos.De lo soñado canta el hombre, también de lo vivido. Dos veces fui rueda enamorada de la Ciudad Blanca. La lucidez fantástica en los párpados de Lisboa.

Supe que el fado es un tranvía enmohecido de belleza, que sobrevive a la lluvia oblicua de la noche. Supe amar "las metafísicas perdidas por los rincones de los cafés" del Chiado, lo abstracto en la cotidianidad callejera de plazas y rúas plausibles. Dormí en los tejados del Tajo mi alma de poeta. Escapé del sarao bursátil de la vida, pregonando un puñado de silencio sobre las fuentes de Alfama.

Vi dibujarse sobre la ropa tendida en los balcones claveles traicionados. Vi amanecer un salmo de ventanas geminadas abrazando el océano. esotérico, mientras los gatos desperezaban los azulejos de abril. También de lo perdido canta el hombre. También de lo perdido... Se deshilacha la luna del recuerdo y un río grande sube temblando a mis labios. ¡Grita, Pessoa! ¡Grita!

Con el bieldo del desasosiego quiero volver al costado del otoño. Quiero sentir la saudade, el desaliño del cuerpo de la amante, la totémica lectura de sus gentes. Quiero escuchar a ese sordo retablo tras el fuego.-