Cartas al director

Beneficios de la droga

El 18 de agosto don Francisco Ayala defendía en EL PAÍS, en cuidado análisis, la despenalización del consumo de droga; postura en que concuerda con la línea editorial de su periódico. Tanto él como ustedes se quejan del uso del término inmoral para calificar el consumo de la droga; no corresponde al Gobierno, dicen ustedes, dictar sentencia de moralidad.Puede ser; aunque habría que recordar que la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 29, cita la moralidad como una de las exigencias de la sociedad democrática. Es, sin embargo, posible que yerre la declaración, y yerr...

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El 18 de agosto don Francisco Ayala defendía en EL PAÍS, en cuidado análisis, la despenalización del consumo de droga; postura en que concuerda con la línea editorial de su periódico. Tanto él como ustedes se quejan del uso del término inmoral para calificar el consumo de la droga; no corresponde al Gobierno, dicen ustedes, dictar sentencia de moralidad.Puede ser; aunque habría que recordar que la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 29, cita la moralidad como una de las exigencias de la sociedad democrática. Es, sin embargo, posible que yerre la declaración, y yerren asimismo los 160 Estados que la aceptan. Pero no es esto lo más importante.

Señala el señor Ayala que el tráfico de drogas juega con la salud de los consumidores. Es frase quizá correcta, pero que encubre una realidad mucho más trágica. La droga envilece, embrutece, corrompe, rebaja... y mata. La droga y su consumo atentan contra la dignidad humana.

Eso sí, su tráfico reporta pingües beneficios, y por ello no es extraño que los Estados y las haciendas públicas miren con codicia la posibilidad de quedarse con unos ingresos muy saneados.

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Al fin y al cabo también está despenalizado el tráfico de armas, gracias al cual en los últimos ocho años algunos señores se han forrado a costa de la muerte de un millón de iraníes e iraquíes.

De acuerdo, de acuerdo, no digamos que estas cosas son inmoralidades... Digamos sólo que son una verdadera vergüenza.-

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