Los jóvenes viejos

Uno de los dramas de Achille Ochetto, quien con toda certeza será investido nuevo secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI) por el Comité Central, es que ha sido a lo largo de su vida el joven delfín del fallecido Enrico Berlinguer; después, durante cuatro años, con Alessandro Natta, ha sido el segundo del partido; y ahora se convierte en el número uno, a sus 52 años, como joven viejo.Y no sólo él. Todo su grupo, más que la nueva generación comunista de los treinteañeros, es la generación de los cincuentones.

Demasiado jóvenes para que los seten...

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Uno de los dramas de Achille Ochetto, quien con toda certeza será investido nuevo secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI) por el Comité Central, es que ha sido a lo largo de su vida el joven delfín del fallecido Enrico Berlinguer; después, durante cuatro años, con Alessandro Natta, ha sido el segundo del partido; y ahora se convierte en el número uno, a sus 52 años, como joven viejo.Y no sólo él. Todo su grupo, más que la nueva generación comunista de los treinteañeros, es la generación de los cincuentones.

Demasiado jóvenes para que los setentones (Pajetta, Bufalini, Ingrao, Lama, Iotti) o los sesentories (Zangheri, Pecchioli, Reichlin, Tortorella, Macaluso, Chiaromonte, Napolitano) no se crean con más meritos que ellos para ocupar el ilustre sillón de la secretaría general del partido corriunista más importante de Occidente. Y demasiado viejos para que la novísima generación, más radical y abiertamente antinuclear por ejemplo, los considere nuevos.

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Cuando Bettino Craxi dio el golpe de mano en el Partido Socialista Italiano (PSI) no había cumplido los 40 años y su actual vicesecretario, Claudio Martelli, era casi un mozalbete universitario.

Occhetto es demasiado viejo para que pueda ser considerado como un cambio radical -el de la generación que mata freudianamente al padre- y demasiado joven -ante tanto viejo ilustre aún con vida y con grandes ganas todavía de mandar- para poder jubilar forzosamente al antiguo partido abriendo el camino para crear un partido nuevo.

Quizás es lo que desearía el anciano y enfermo Natta, ya que no pocos han interpretado su decisión de pasar a "simple fraile", rechazando la presidencia que nadie le habría negado, como un consejo a todos los restantes ancianos ilustres del PCI para que hagan lo mismo: dejar paso a la verdadera generación joven, casi desconocida, sofocada por tantos líderes mayores y desorientada ante las continuas derrotas que van acumulando en el partido sin reaccionar.

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