La confusa perfección

Dinamarca tiene uno de los sistemas electorales más complejos del mundo democrático, resultado de una lucha por la perfección que conduce al puerto de la confusión pero que no impide que el engranaje funcione. Una publicación oficial comienza por recoger las opiniones de dos expertos. El primero dice que sólo hay dos diputados que lo entiendan, el segundo eleva esta cifra a 40 personas... en todo el país.Ayer se elegían 179 miembros del Folketing (Parlamento danés), entre ellos dos de Groenlandia y otros dos de las islas Feroe. De los 175 de la Dinamarca europea, 135 correspondían a ...

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Dinamarca tiene uno de los sistemas electorales más complejos del mundo democrático, resultado de una lucha por la perfección que conduce al puerto de la confusión pero que no impide que el engranaje funcione. Una publicación oficial comienza por recoger las opiniones de dos expertos. El primero dice que sólo hay dos diputados que lo entiendan, el segundo eleva esta cifra a 40 personas... en todo el país.Ayer se elegían 179 miembros del Folketing (Parlamento danés), entre ellos dos de Groenlandia y otros dos de las islas Feroe. De los 175 de la Dinamarca europea, 135 correspondían a escaños de circunscripción repartidos en 14 distritos electorales de departamento y tres grandes distritos de la capital del país, Copenhague, que cuenta con un total de 103 distritos de candidatura.

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Estos 135 diputados se deciden por un sistema de cociente que beneficia a los grandes partidos. Los otros 40 parlamentarios surgen de aplicar un procedimiento de compensación que ajusta los resultados a criterios de proporcionalidad muy estrictos, aunque no perfectos, ya que existe el límite del 2% de los votos en todo el país, por debajo del cual no es posible obtener representación parlamentaria.

Lo que complica el sistema es que los partidos políticos tienen diferentes formas de presentar a sus candidatos y los votantes pueden aplicar tres principios diferentes, que dan lugar a diversas combinaciones, para elegir a personas concretas.

Se persiguen así las ventajas de la representación uninominal, sin renunciar a las del sistema de representación proporcional. Por algún misterio insondable, el mecanismo funciona, aunque sólo sea en parte. Y no son frecuentes las confusiones o los retrasos en el escrutinio. La barrera del 2% es, a veces, objeto de debate. Pero asusta pensar lo que ocurriría si no existiese. Si gobernar Dinamarca con nueve partidos en el Folketing ha sido muy difícil, con una docena o más podría ser misión imposible.

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