Tribuna:

Seduccion, estupidez y valores de mercado

Quiero salir al paso de dos tópicos o topicazos que en nuestra sociedad monetarista de yuppies y ejecutivos se están imponiendo con la tranquila obviedad de una creencia de. sentido común y compartido. Ambos tópicos afectan radicalmente al acto de creación (que en mis libros redefino como recreación). Me circunscribiré al ámbito en que me muevo, la escritura. El mío es, específicamente, el ámbito de una escritura de pensamiento irreductible a lo que puede llamarse escritura de relato o de narración o de poema. Juntos pero no revueltos, el filósofo y el narrad...

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Quiero salir al paso de dos tópicos o topicazos que en nuestra sociedad monetarista de yuppies y ejecutivos se están imponiendo con la tranquila obviedad de una creencia de. sentido común y compartido. Ambos tópicos afectan radicalmente al acto de creación (que en mis libros redefino como recreación). Me circunscribiré al ámbito en que me muevo, la escritura. El mío es, específicamente, el ámbito de una escritura de pensamiento irreductible a lo que puede llamarse escritura de relato o de narración o de poema. Juntos pero no revueltos, el filósofo y el narrador, o el filósofo y el poeta, todos crean o recrean en el difícil terreno de la escritura.Acudo al tópico I. Éste tiende a identificar, en un mundo sin Valor (pues, se dice, "Dios ha muerto"), el valor con el valor .de cambio del producto (no en vano está empaquetado bajo la forma de un "libro", dentro del marco empresarial que lo sustenta, tal editorial, con todos sus determinantes, agencias, distribución, etcétera). Un libro es o no es según se lo defina por el movimiento mismo del mercado. En ese ser o no ser queda definido lo que vale. Eres según lo que vales, según arroja el balance en cada nueva edición. Este razonamiento impecable del comerciante y del empresario del libro parece haber sido, últimamente, interiorizado por el propio autor, que hace así de la necesidad virtud, o que prefiere actitudes dimisionarias antes que mantenerse en el rescoldo del "alma bella" (es decir, en la triste figura de la genialidad incomprendida). Que el frío cinismo del dinero sirva para rasgar la media virtud de la hipocresía del "alma bella" no impide tomar distancias, con sobriedad, respecto a esa precipitada interiorización, por parte de creadores, de los principios que guían, obviamente, a quienes deben comercializar el producto de su industria. Libros como los nucleares de Emmanuele Severino, que sólo pueden parecer "aburridos" a quienes también les "aburran" los diálogos últimos de Platón o la Lógica de Hegel, no son,, precisamente, un prodigio en el éxito de ventas (aunque lo haya sido en Italia su deliciosa Historia de la filosofia). Pero se diga lo que se diga, son infinitamente mejores que todo el pensiero débole empaquetado (con sus pingúes beneficios). Realidad y sustancia, de Antonio Escohotado, editorial Taurus, quedará como uno de los hitos fundamentales del pensamiento español de los últimos tiempos, aunque sea un fracaso comércial en toda regla (lo ignoro, aunque lo sospecho), frente a tanto discurso ligero y "débil", muy comercial desde luego, que pueda reputarse hoy, en esta España atolondrada, filosofía y pensamiento.El tópico o topicazo II viene a sentenciar que un mundo gobernado, dominado y diseñado por los mass media, y muy particularmente por TVE (más sus sucedáneos autonómicos y sus futuros competidores privados), no deja espacio alguno a ese rito luterano que consiste en el "libre examen", en la paz y soledad íntima de la butaca o del hogar, de un texto que se tiéne entre las manos, y que se lee con devoción o fruición, sea para admirarlo o para pelearlo. Que nuestra sociedad tan latina y bulliciosa, tan callejera y tan solar (es nuestro encanto) deja escaso reducto al luteranismo, eso la propia historia nacional lo documenta sobradamente. Pero sé por experiencia que sí existen todavía seres reales de carne y hueso, individualizados (y entrañables), capaces de estas operaciones de intimidad, o de estos ritos y ceremonias de lectura. Falcon Crest no es el alfa y el omega de nuestro imaginario vital.

Sé por experiencia que hay lectores, y a veces excepcionales lectores, que no se arredran en preferir bocados duros, apuestas difíciles por lo difícil, a cuanto pueda sugerirles la vecindad de Falcon Crest. La vida es, todavía, compleja e imprevisible, por mucho que la ley de hierro de eso que Heidegger fiama la Ge-stell (la esencia de la técnica), con su dura disciplina, amenaza con apretar. Dios aprieta, ciertamente: aprieta pero no ahoga.

Ni el ser que somos agota su contenido en su valor de cambio, según las leyes planetarias (errantes) del mercado, ni il cuore, esa sutil, caprichosa y lírica víscera conectada radicalmente con la inteligencia sensible y ética so vacía ante el embrujo y seducción de los mass media. Hay un más allá de la se-ducción, por mucho que se pontifique hoy de otro modo. Hay un inducir o conducir hacia otra pista, un despistar que no necesariamente lleva al Sich, a ese Uno mismo que se entroniza hoy como único valor bajo el pomposo rótulo de "sociedad neonarcisa". Lo que des-pista es siempre el relámpago de la inteligencia, se manifiesta en un libro de poemas, de narración o de pensamiento, o a través de un rostro o de unos ojos que asoman en la pequeña pantalla. Lo que deprime y quita ganas de vivir es, en cambio, la mediocridad y estética: Falcon Crest sería su simbolo absoluto e infinito.

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Hay veces, sin embargo, en que esa "estupidez" de la que tanto se habla últimamente, es tan extensa e intensa, tan contaminante , tan difusa y tan profusa, que acaba comunicándonos con lo infinito. Hay un relámpago en la estupidez infinita que llega a resultar interesante. ésta sería la salvación y redención de Falcon Crest, el último capítulo de la serie.

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