Cartas al director

Quema de diarios

En el editorial que EL PAÍS dedica, el día 16 de abril, a la huelga de profesores enjuician ustedes un hecho del que ya habían informado extensamente el 11 de marzo: la quema de periódicos, en una concentración de profesores, ante el Ministerio de Educación. Por encontrarse presente, puedo asegurarle que tanto la información como el análisis contienen importantes errores:

1. No se quemaron ejemplares de varios diarios, sino únicamente de EL PAÍS.



2
."La quema no fue realizada por los profesores, sino por dos o tres profesores, ante la indiferencia de l...

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En el editorial que EL PAÍS dedica, el día 16 de abril, a la huelga de profesores enjuician ustedes un hecho del que ya habían informado extensamente el 11 de marzo: la quema de periódicos, en una concentración de profesores, ante el Ministerio de Educación. Por encontrarse presente, puedo asegurarle que tanto la información como el análisis contienen importantes errores:

1. No se quemaron ejemplares de varios diarios, sino únicamente de EL PAÍS.

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2."La quema no fue realizada por los profesores, sino por dos o tres profesores, ante la indiferencia de los presentes, como puede apreciarse en la fotografía que ustedes publicaron.

3. El motivo fue la acusación que contenía el titular, a cuatro columnas, de la primera página: La huelga de profesores echa a la calle... ¿Echa a la calle? En lugar de informarse adecuadamente y evitar conclusiones apresuradas, el editorialista de EL PAÍS se inventa un proceso inquisitorial, con hoguera incluida, contra sus opiniones... ¡Ilusiones de la vanidad!.

Evidentemente, la quema de periódicos no es un acto ejemplar, y menos si quien lo lleva a cabo es un educador, por muy indignado que esté: el entendimiento humano posee métodos mejores para separar el grano de la paja. Pero tampoco el editorialista hace gala de excesiva inteligencia cuando ignora que ciertas expresiones y opiniones concebidas en la tranquilidad de un despacho, aunque no deban ser quemádas por un hombre que se respete a sí mismo, son producto de la insensatez y la frivolidad, y que, si la indignación es mala compañera, no lo es menos la necedad.

EL PAÍS tiene derecho a opinar sobre los profesores y su huelga; pero, como ningún derecho está exento de deberes, sus redactores y editorialistas, que por lo visto no han sido compañeros de tantos profesores "que se graduaron en los conflictivos años setenta", tienen la obligación de evitar generalizaciones que dinamitan injusta y calumniosamente la labor silenciosa de muchos buenos profesionales. Es loable la preocupación que muestra EL PAÍS por la calidad de la enseñanza, pero no estada

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