El Papa justifica en una encíclica la venta de objetos religiosos para socorrer a los necesitados

Juan Pablo II, en su séptima encíclica, titulada La preocupación social de la Iglesia, pide que los cristianos se priven no sólo de lo superfluo, sino también de lo necesario "para aliviar la miseria de los que sufren cerca o lejos", y afirma que una de las causas del fallido desarrollo económico es la división del mundo en bloques. "Ante los casos de necesidad", dice el texto, "no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos del culto divino; al contrario, podría ser obligatorio vender estos bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quienes car...

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Juan Pablo II, en su séptima encíclica, titulada La preocupación social de la Iglesia, pide que los cristianos se priven no sólo de lo superfluo, sino también de lo necesario "para aliviar la miseria de los que sufren cerca o lejos", y afirma que una de las causas del fallido desarrollo económico es la división del mundo en bloques. "Ante los casos de necesidad", dice el texto, "no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos del culto divino; al contrario, podría ser obligatorio vender estos bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quienes carecen de ello".

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Las agencias informativas italianas calificaron ayer de "explosiva" esta afirmación de Wojtyla, sobre todo porque la coloca en el capítulo más importante de la encíclica, el cuarto, que trata del "auténtico desarrollo humano" y porque, tras haber recordado que se trata de "una doctrina y práctica antigua de la Iglesia", ya presente de algún modo en el concilio, pide a Dios la fuerza para que todos los cristianos "puedan pasar fielmente a su aplicación práctica". Y Juan Pablo II añade que desea insistir acerca de "la gravedad y urgencia" de dicha doctrina.Durante la presentación oficial de la encíclica, ayer por la mañana en la sala de prensa vaticana por el presidente de la pontificia comisión Justicia y Paz, el cardenal francés Roger Etchegaray, y por el vicepresidente, el argentino Jorge María Mejía, que enumeró los 10 puntos más sobresalientes y novedosos de la encíclica, se dejó curiosamente: en el tintero el pasaje en el que el Papa exhorta a vender los tesoros de la Iglesia en favor de los hambrientos y los sin techo.

A la pregunta de si dicha página no la consideraba importante, Jorge María Mejía respondió que no se trata de una novedad ya que la Iglesia siempre ha afirmado que es necesario ayudar a los desvalidos desprendiéndose de lo superfluo.

Por su parte, el director del Osservatore Romano en lengua polaca, el sacerdote Bonieck Edward, amigo personal del papa Juan Pablo II, confió ayer a EL PAÍS que dicho pasaje sobre la urgencia de desprenderse de los tesoros de la iglesia católica en casos de necesidad a favor de los pobres ha sido introducido en la encíclica por voluntad expresa del Papa, quien recuerda, subrayó, una anécdota interesante ocurrida en Polonia antes de que fueran nacionalizados todos los bienes de la Iglesia.

Dar cuando aún se posee

Un sacerdote., en una reunión de párrocos en Varsovia presidida por el obispo, dijo en aquella ocasión: "Hermanos, deberíainos, antes de que nos quiten todo, renunciar a las riquezas que poseemos para darlas a los pobres. Sería muy importante para la imagen de la Iglesia". Todos se le echaron encima diciéndole que era un idealista y que el clero necesitaba también de dichas riquezas para vivir. Un mes después a la Iglesia polaca le quitaron todo. Y añadió Bonieck: "Y nadie por ello se murió de hambre en la Iglesia de Polonia".

Ahora se espera sólo que Juan Pablo II haga seguir esta encíclica de alguna iniciativa concreta del Vaticano despojándose, a modo ejemplarizador, de algunos de sus bienes, por lo menos superfluos, para darlos a los más pobres, mientras ya los albañiles están levantando dentro del pequeño territorio vaticano la casa pedida por Teresa de Calcuta para poder recoger en ella a los mendigos y drogadictos que en Roma duermen en la calle.

En cuanto al desarrollo abordado por la encíclica como actualización de la Populorum progressio, de Pablo VI, el papa Wojtyla afirma que ha sentido el deber de escribirla porque "la exigencia de justicia del mundo sigue siendo profundamente insatisfactoria". Y desoír tal exigencia podría significar para el Papa "favorecer el surgir de una tentación de respuesta violenta por parte de las víctimas de la injusticia como acaece en el origen de muchas guerras".

Y explica Juan Pablo II en esta encíclica: "Las poblaciones excluidas de una justa distribución de la riqueza destinada originariamente a todos podrían preguntarse: ¿por qué no responder con la violencia a quienes han empezado a tratarnos con violencia?".

La última encíclica papal fue difundida en marzo de 1987 y, titulada Redemptoris Mater. Versaba sobre la Virgen María en la Iglesia.

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