Cartas al director

Contraste de pareceres

Flaco favor le han hecho Leopolo Calvo Sotelo y Ciriaco de Viente al filósofo de cabecera de la casa, Fernando Savater, terciando involuntaria pero decisivamente en su contraste de pareceres (¿no se decía así en el antiguo régimen?) con Javier Sádaba sobre la virtualidad en nuestros días de la democracia parlamentaria.Cuando Savater dice que con el sistema de gobierno que los españoles nos hemos dado (a veces parece que nos lo han dado con queso) "lo que se propone es un buen procedimiento, pero no se asegura un buen resultado...", va don Leopoldo y casi simultáneaiente declara en el ju...

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Flaco favor le han hecho Leopolo Calvo Sotelo y Ciriaco de Viente al filósofo de cabecera de la casa, Fernando Savater, terciando involuntaria pero decisivamente en su contraste de pareceres (¿no se decía así en el antiguo régimen?) con Javier Sádaba sobre la virtualidad en nuestros días de la democracia parlamentaria.Cuando Savater dice que con el sistema de gobierno que los españoles nos hemos dado (a veces parece que nos lo han dado con queso) "lo que se propone es un buen procedimiento, pero no se asegura un buen resultado...", va don Leopoldo y casi simultáneaiente declara en el juicio de la coIza "que todo el mundo sabe que en los Parlamentos, antes que la verdad, se busca la eficacia en el ataque al adversario político", mientras don Ciriaco no se le quda atrás al reconocer que "su partido pedía lo imposible al Gobierno, para ponerle contra las cuerdas".

Aunque, ciertamente, el lúcido Savater nada y guarda la ropa alprevenir que la democracia no implica, entre otras cosas, la abolición de la corrupción o la estupidez, es de suponer que de haber conocido las confesiones el ex presidente del Gobierno y el ex enfant terrible de la Sanidad hubiera añadido a sus higiénicas reservas la que, usando términos médicos, podríamos definir como politicosis o degeneración calcárea de la práctica política por acúmulo de materiales de desecho. Se trata de una enfermedad propia de los políticos que, olvidando toda norma ética, prescinden de la búsqueda de la verdad para perderse en los vericuetos de la politiquería zafia.

Mientras corruptelas y estupideces son inherentes a la condición humana y, por tanto, hasta cierto punto disculpables (¿no hemos disculpado ya tantas cosas?), la politicosis puesta un tanto cínicamente de manifiesto por Leopoldos y Ciríacos es, pura y simplemente, una enfermedad atrogénica, es decir, causada por la mala praxis de los mismos, que deberían poner todos sus afanes en evitarla y, por tanto, perseguible de oficio.

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La verdad es que nunca turiferio alguno del antiguo régimen había reivindicado tan eficazmente la memoria del cirujano de hierro que preconizaba la extirpación quirúrgica de estos quistes sin anestesia.-

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