Cartas al director

Servicios de 'seguridad' y estulticia

En relación con la plaga de los servicios de seguridad que pululan últimamente por este país, deseo citar el más ridículo que me ha afectado.El 30 de enero de 1988, por la tarde, mi mujer, una sobrina y yo fuimos (sin meternos con nadie) a un gran establecimiento de Madrid, animados por el, a nuestro juicio, inocuo deseo de ver si había un ave que nos interesara adquirir. Por si así ocurriere portábamos una jaula -vacía- comprada hace algún tiempo en ese mismo emporio. A la entrada de la lonja nos cortó el paso un bípedo (implume) ataviado con un vago remedo del uniforme de la Policía Nacional...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

En relación con la plaga de los servicios de seguridad que pululan últimamente por este país, deseo citar el más ridículo que me ha afectado.El 30 de enero de 1988, por la tarde, mi mujer, una sobrina y yo fuimos (sin meternos con nadie) a un gran establecimiento de Madrid, animados por el, a nuestro juicio, inocuo deseo de ver si había un ave que nos interesara adquirir. Por si así ocurriere portábamos una jaula -vacía- comprada hace algún tiempo en ese mismo emporio. A la entrada de la lonja nos cortó el paso un bípedo (implume) ataviado con un vago remedo del uniforme de la Policía Nacional, arma (¿reglamentaria?) incluida, quien afirmó perentoriamente que por razones de seguridad allí no se podía entrar con una jaula. Le señalé lo prepóstero de aquello, y para demostrarlo le pregunté si podíamos entrar en el templo del consumo con una gabardina en el carrito. El cancerbero -que portaba una insignia de Iberexpress, SA, dijo: "Gabardina, sí; jaula, no", con tono y ceno más que adustos. Impetrado que se le hubo, siguió negándose a dejamos entrar con la inocente jaula vacía. Dado que el supuesto miñón iba armado y yo, naturalmente, no, describí ante mis acompañantes que ese individuo era idiota (en el sentido de las acepciones primera, segunda, tercera y cuarta del Diccionario de la Real Academia Española) e imbécil (en las acepciones primera y, por extensión, segunda de ibídem), y reivindiqué mi derecho a recurrir a un representante de la dirección de la citada lonja con objeto de ver si el bípedo (plume) que aspirábamos a comprar cabía en la vacía jaula.

Si bien ése pretendió darnos la razón, el intrépido seudomílite insistió en negarse a permitirnos la entrada en el zoco con la traída y llevada jaula, aduciendo ahora que se le había mancillado en su honor (!), debido ello, sin duda, a desconocer el significado puramente descriptivo (según el DRAE) de los términos a él dirigidos. Y nos quedamos, pues, con jaula y sin pájaro.

¿Hasta cuándo hemos de soportar las absurdas coartadas a nuestras libertades cotidianas que estos mercenarios empresariales (Iberexpress y tantas más) nos imponen con seudouniformes más que sospechosos?

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Antójaseme que ya basta de seudoseguridad y ole arrogancia basadas en un porte de armas y de uniformes más que dudosos.

Archivado En