Tribuna:

Sáhara

Doce años. Un poco más de la mitad de un tango. Si 20 años no son nada, 12 aún menos, y sin embargo pocos españoles han guardado medio minuto de silencio en memoria del turbio asunto de la recolonización del Sáhara. En el transcurso de la presentación del libro Sáhara: una lección de historia, escrito por un médico de medicina general, el doctor Cisteró, y una profesora de derecho internacional, la doctora Freixa, se habla de los muros que Marruecos ha construido para tapiar la evidencia saharaui y también de ese muro de silencio informativo que las instituciones españolas y nuestros me...

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Doce años. Un poco más de la mitad de un tango. Si 20 años no son nada, 12 aún menos, y sin embargo pocos españoles han guardado medio minuto de silencio en memoria del turbio asunto de la recolonización del Sáhara. En el transcurso de la presentación del libro Sáhara: una lección de historia, escrito por un médico de medicina general, el doctor Cisteró, y una profesora de derecho internacional, la doctora Freixa, se habla de los muros que Marruecos ha construido para tapiar la evidencia saharaui y también de ese muro de silencio informativo que las instituciones españolas y nuestros medios de comunicación han levantado para respaldar la desidia generalizada ante nuestra historia.Ahí está un pedazo de mundo que colonizamos porque sí y que luego entregamos a Marruecos atado y bien atado, porque Franco se moría y no estaba el régimen para moralidades. Tal vez la moral tenía que haberla aportado la España crítica en cuanto pudo meter cuchara en el comistrajo de la transición. Pero quien podía hacerlo no lo ha hecho, al contrario. Buena parte de la responsabilidad en la conspiración de silencio que amuralla el caso del Sáhara la tienen los medios informativos directamente controlados por el Gobierno, pillado a contrapié entre el tándem Argelia-ETA por delante y el trío Marruecos-Ceuta-Melilla por detrás.

Para barrer bajo la alfombra, sin duda marroquí, la cuestión del Sáhara, el actual Gobierno ha contado con la complicidad de la desidia de una sociedad civil desarticulada, para la que el Sáhara está en las antípodas de su raquítico universo ético y político. Porque interesarnos por el destino de la república saharaui no es sólo una cuestión de principios morales, sino también de sano interés por el destino de las Canarias, tan cerca del Sáhara y de Marruecos y tan lejos de Madrid. Hemos abandonado en el desierto a un pueblo al que obligamos a trabajar para nosotros y a aprender nuestra lengua, en una muestra más de ese nuestro imperialismo cretino que tantos beneficios ha reportado a los imperialismos inteligentes.

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