La ola de violencia que nos invade

Villacañas, un pueblo que ha sufrido seis hurtos este año, se pone en huelga general contra la delincuencia

Villacañas cerró el lunes. El pueblo manchego, de 8.500 habitantes, perdió en 24 horas de huelga absoluta 230 millones de pesetas. Partidos, sindicatos y asociaciones de vecinos se abstuvieron de apoyar el paro, pero la respuesta fue del 100%, según su alcalde socialista. El pueblo protesta por la ola de inseguridad ciudadana que los asola. Para los vecinos, la ola tiene nombres de vecinos: Javi, Maxi, Don Pipas, El Pedrolo, El Pastelero ... Media docena de jóvenes, que son los únicos parados del lugar. Según las autoridades, en 1987 sólo ha habido seis hurtos.

"Lolín, no me aparques aq...

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Villacañas cerró el lunes. El pueblo manchego, de 8.500 habitantes, perdió en 24 horas de huelga absoluta 230 millones de pesetas. Partidos, sindicatos y asociaciones de vecinos se abstuvieron de apoyar el paro, pero la respuesta fue del 100%, según su alcalde socialista. El pueblo protesta por la ola de inseguridad ciudadana que los asola. Para los vecinos, la ola tiene nombres de vecinos: Javi, Maxi, Don Pipas, El Pedrolo, El Pastelero ... Media docena de jóvenes, que son los únicos parados del lugar. Según las autoridades, en 1987 sólo ha habido seis hurtos.

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"Lolín, no me aparques aquí", le increpa el cabo. "Pero Julián, que tengo prisa". Prefieres ganar tiempo a perder 4.000 pesetas?", le amenaza el cabo Julián.No es que Villacañas necesite aparcamientos subterráneos. Es más, el coche de Lolín sería en Madrid el único bien aparcado. Pero es que en este pueblo manchego casi todas las cosas están en su sitio. Hay trabajo para casi todos, colegios de monjas, de laicos y de formación profesional; un banco por cada 1.000 habitantes, un bar por cada 200, y siete fábricas de puertas de seguridad.

La chinita del pueblo, como dice su alcalde, Justo Jimeno, es la delincuencia. Justo maneja las cifras oficiales para demostrar que este problema no se merecía la huelga general del lunes. En lo que va de año ha habido 22 robos, seis hurtos, siete sustracciones en coches, cinco delitos contra personas y seis detenidos. O sea, que Villacañas sufre un delito cada semana, frente al delito por minuto que aguantan los madrileños, o el trepidante uno por segundo en Nueva York.

'No es para tanto'

A los villacañeros les da igual lo que pase en el metro de Manhattan, y está claro que no quieren imitar a Madrid. Son más concretos: "Estarnos hasta los cojones de que nos entren en casa cuando estamos fóllando con nuestras mujeres". "No es para tanto", dice Javi, una de las seis cruces de la hostelería de Villacañas. "Ya se sabe lo que se exagera en los pueblos. Fíjate, hacen una huelga general después de cargarse a uno de los nuestros. Si es al revés no sé qué pasa".Javi y su hermano Maxi son los Olegarios, porque su padre se llama así. Los dos han visitado muchas veces la prisión de Toledo; viven de lo que pillan aquí y allá. "Últimamente he dejado algo. Se está poniendo imposible el pueblo. Antes sí que una vez al día pillaba algo por las casas".

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"Yo tengo 22 años", dice su hermano Maxi, "y nunca me han dado trabajo. Hablé con el alcalde, pero sólo me dio promesas. Me tiro un fin de semana cargando piedra y no saco ni para cerveza, mientras en el bar te encuentras con micos de 16 años con su whisky, y, claro, te mosqueas. Pues que paguen ellos".

El Ayuntamiento ha intentado paliar el problema dando trabajo a estos jóvenes. Javi aguantó menos de dos meses de peón municipal. Cuando Javi estaba contratado fue Marcelino a pedirle ayuda, también funcionario "Mi cuñado se quedó anoche sin el radiocasete del coche; a ver si puedes hacer algo". "Mira, Marcelino", le contestó Javi, "de eso se ocupa mi hermano. Veré qué puedo hacer".

El alcalde cree que los hosteleros han exagerado sus quejas "Molesta la actitud insolente de estos chicos, que se vayan de un bar sin pagar, y, sobre todo, cruzarte por la calle con el delincuente", reconoce el alcalde.

Algo más debe de haber cuando todo el pueblo se pone en huelga. "Quizá si hubiéramos cortado la carretera nos habrían hecho más caso", dice Marcelino, además de funcionario, propietario de un vídeo club. Marcelino está dolido con su alcalde. "A los funcionarios nos dejó libertad para ir a la manifestación, pero avisó que nos descontaría el tiempo perdido".

"Se vive muy bien"

El alcalde ríe pícaramente para responder quién estuvo detrás de la huelga general: "¿Cuándo se ha visto que los patronos den día libre a los trabajadores? ¿Y que luego les hagan recuperar el sábado las horas perdidas?"."Es que aquí se vive muy bien", dice el alcalde. "El que menos, se embolsa 120.000 pesetas al mes. Los sindicatos prácticamente no existen; hay problemas para formar los comités de empresa".

La única amenaza al seguro jornal son esos seis jóvenes con apodos y domicilios conocidos. Los vecinos, especialmente los hosteleros, cuentan fechorías sin fin. "Te acuerdas cuando Santi le puso la escopeta en la nariz al Rabito y le dijo: "Te vuelo los sesos si mañana no tengo mi radiocasete". Al día siguiente, en el bar Nicolás, tenía un saco con un radiocasete dentro y la siguiente nota: "No sé si es el tuyo, pero era el mejor que tenía".

Carlos, de El Mesón, recuerda el día que unos jóvenes se marcharon sin pagar. "Que paguen aquéllos", dijeron señalando una mesa en donde comían políticos socialistas, "que se están poniendo las botas".

Los hosteleros acusan de ineficacia a los ocho guardias y a los nueve policías del pueblo. "¡Pero si les han robado hasta la emisora del coche patrulla!". Según los vecinos, la policía teme al Rabito, al Pastelero o al Setter, algunos importados desde Alcázar de San Juan.

"El otro día sonó la alarma de la joyería, que está a 20 metros del cuartel, y no fue ni un policía. Robaron lo que quisieron". Para los vecinos, el peor es el autóctono Juan Carlos, Don Poas, "porque va por la vida enseñando una pistola".

Para más fastidiar el padre de Don Pipas es el policía Marcelino Espada, que niega cualquier maldad de su hijo, pese a todas las quejas que hay en su contra. "Aquí no hay nada", insiste Espada. "Delincuencia es asaltar bancos; en Villacañas hay pijaditas". Las pijaditas son lo único que enturbia la vida de Villacañas, y el eslogan que preside el despacho del alcalde: "Es agradable ser importante, pero más importante es ser agradable".

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