Lanzarote planta cara a la especulación

Las fuerzas políticas insulares han consensuado el límite de 80.000 nuevas plazas hoteleras

El cabildo y los ayuntamientos de los siete municipios de Lanzarote han decidido esta semana poner freno al desarrollo turístico desorbitado de la isla, haciendo frente a la fiebre del oro con que los inversores han puesto en peligro el encanto natural de un territorio único en el mundo. La fuerzas políticas insulares han consensuado un techo de 80.000 plazas hoteleras nuevas, desde ahora al año 2000, bloqueando las previsiones de un incremento de 250.000 camas para dicho período.

Un estudio realizado por un equipo multidisciplinar de arquitectos, urbanistas e ingenieros, dio la señal d...

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El cabildo y los ayuntamientos de los siete municipios de Lanzarote han decidido esta semana poner freno al desarrollo turístico desorbitado de la isla, haciendo frente a la fiebre del oro con que los inversores han puesto en peligro el encanto natural de un territorio único en el mundo. La fuerzas políticas insulares han consensuado un techo de 80.000 plazas hoteleras nuevas, desde ahora al año 2000, bloqueando las previsiones de un incremento de 250.000 camas para dicho período.

Un estudio realizado por un equipo multidisciplinar de arquitectos, urbanistas e ingenieros, dio la señal de alarma a las fuerzas vivas de la isla, dando la razón a las denuncias desesperadas del artista César Manrique, principal artífice de la experiencia de turismo ecológico que caracteriza Lanzarote. El acuerdo, considerado histórico en la hostelería nacional, evitará el caos en la isla.Este espacio insular, con una superficie de algo más de 840 kilómetros cuadrados, de naturaleza volcánica, frágil y vulnerable, y caracterizado por una economía muy dependiente, ha pasado de ser en los últimos 17 años una sociedad rural a convertirse en uno de los focos de captación de capital más importantes de Europa.

El crecimiento de su producto interior bruto (PIB), el 7%, es comparable a la etapa expansionista del turismo español de la década de los sesenta. Su industria hotelera genera a un ritmo vertiginoso la creación de empleo, hasta el punto de que 6.000 de los 19.000 trabajadores que constituyen su población laboral son inmigrantes. Las constructoras comienzan a dar síntomas de incapacidad para suministrar materiales y los servicios de infraestructura y equipamiento no dan respuesta plenamente satisfactoria a la demanda.

Escasez de agua

La escasez de agua de la isla no es paliada en su totalidad por las potabilizadoras (su demanda ha crecido un 51%), los cortes de luz se han acentuado (el consumo se ha duplicado), las líneas de teléfonos son deficitarias, el aeropuerto se ha quedado pequeño y el tráfico de automóviles aumenta de forma considerable.La carrera del negocio turístico es desenfrenada. Los grandes promotores del sector, nacionales y extranjeros, entre los que se mueve la poderosa KIO, patrocinan escandalosos proyectos para una isla que obtuvo recientemente el premio Europa Nostra, del Consejo de Europa, por su calidad medioambiental.

Según un avance del Plan de Ordenación de Lanzarote, elaborado por la empresa Arquitectos Urbanistas Ingenieros Asociados (AUIA) la isla corre el riesgo de sufrir un deterioro similar al de Baleares o el Levante español. La investigación, resultado del trabajo realizado en ocho meses por más de 20 profesionales, ofrece datos reveladores sobre el porvenir incierto de Lanzarote.

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El documento de AUIA, que fue encargado en la pasada legislatura por el Cabildo Insular, gobernado por el PSOE (hoy lo controla el CDS), establece la necesidad de reducir las expectativas de creación de más de 250.000 camas hoteleras para el año 2000 a un tope máximo de 80.000. Ello implicaría, además, un desembolso por parte de la inversión pública y privada de 180.000 millones en los próximos ocho años.

En caso contrario, y de no producirse este recorte, que sería modélico en la historia de la hostelería nacional, Lanzarote estaría en el año 2000 al borde del colapso y el impacto en su paisaje y cultura sería irreparable. Si así ocurriera, las compañías de infraestructura y los organismos públicos no podrían hacer frente a las exigencias financieras y de gestión de la oferta, la producción energética debería quintuplicarse, la depuración de aguas residuales plantearía problemas agudos, el tráfico rodado aumentaría un 40% y el aeropuerto quedaría saturado en tres años.

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