Tribuna:

La 'txozna' del tóo Jon

En una breve parábola, cuenta Kafka el caso de aquel templo junto a la selva, en el que cierto día penetraron dos panteras durante el servicio religioso, matando al sacerdote al pie mismo del altar y sembrando una consternación espantosa entre los fieles. Al día siguiente ocurrió lo mismo, y al otro, y al otro: poco después, la irrupción cruel de las fieras se había incorporado ya al ceremonial sacro. Es el caso, año tras año, de la guerra estival de las banderas en Euskal Herria: al principio dolía o indignaba espontáneamente; hoy se la espera, se la ritualiza, se la gestiona. ¿Qué serían las...

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En una breve parábola, cuenta Kafka el caso de aquel templo junto a la selva, en el que cierto día penetraron dos panteras durante el servicio religioso, matando al sacerdote al pie mismo del altar y sembrando una consternación espantosa entre los fieles. Al día siguiente ocurrió lo mismo, y al otro, y al otro: poco después, la irrupción cruel de las fieras se había incorporado ya al ceremonial sacro. Es el caso, año tras año, de la guerra estival de las banderas en Euskal Herria: al principio dolía o indignaba espontáneamente; hoy se la espera, se la ritualiza, se la gestiona. ¿Qué serían las fiestas de Vitoria, San Sebastián o Bilbao, por no hablar de otras localidades menores, sin la discusión municipal sobre qué enseña debe alzarse y cuál no, sin la disputa entre autoridades locales y centrales, sin abanderados espontáneos y retirabanderas agresivos? ¿Concibe alguien hoy una fiesta típicamente vasca en la que los hedonistas feriantes, poseídos por el egoísta afán de divertirse, no fueran al menos una tarde traumáticamente devueltos a las obligaciones sociales de lo universal por guerrilleros camuflados y ceñudos guardianes del Estado? Pero no quisiera denigrar los festejos de mi tierra acusando a sus enfrentamientos ceremoniales de monotonía. Cada año nos las ingeniamos para añadir al sabido esquema alguna modificación picante que mantenga o renueve el interés: este mes de agosto, sin ir más lejos, hemos tenido a Jon Manteca y a un gobernador civil que represente en nuestro muy burgués Alderdi-Eder donostiarra la épica llegada de los marines a lwo-Jima. No podemos quejarnos.Por supuesto, lo reiterado de tales acontecimientos no les quita morbo político, sino que, muy por el contrario, se lo garantiza. Por estos pagos se ha creado ya un tipo nuevo de aficionado, fino connaisseur de sutilezas bélico-veraniegas. Ante cada partido disputado a pedradas, botellazos, porrazos y pelotazos, cócteles molotov, botes de humo, etcétera..., o cada planteamiento dialéctico entre contrapuestas autoridades que abren boca al juego posterior, los entendidos valoran los resultados o el empate, puntúan las más hábiles jugadas, descalifican las torpezas que marcan gol en portería propia, etcétera. Es toda una ciencia, no vayan a creerse, y resulta al final una debatida quiniela con su encanto propio. Y es que cuanto más ficticia y gratuita es una actividad humana, más rigurosamente se puede evaluar y paladear la destreza empleada; en ello estriba la eterna fascinación del juego.

En, pleno fragor de algunos de estos episodios lúdicos, Carlos Garalkoetxea ha hecho un llamamiento a un diálogo entre vascos "para dejar claro cuál es nuestra voluntad", y considera que rechazar su oferta "puede revelar miopía política o terror a que la voluntad mayoritaria de los; vascos quede claramente formulada". Hay que replantear cuanto haga falta, incluso aunque ello obligue a alguna modificación constitucional: "Hoy muchos se sorprenden de que los nacionalistas proclamen que su nación es Euskadi; su bandera, la ikurriño, y el derecho de libre determinación, una reivindicación natural en un nacionalista". Como me parece que Garaikoetxea es hombre inteligente y poseído por una arrolladora vocación de liderazgo político, creo que sus palabras merecen ser meditadas seriamente..., incluso por él mismo. Y más alora que vuelve a saltar a la palestra la negociación con ETA y que algunas voces autorizadas relanzan de nuevo la sensatez de laopción federal. En Euskadi no sólo hay que reestableca la paz en cuanto suspensión de actos de guerra, sino también, y quizá ante todo, la convivencia, "que Puede definirse como comunicación de palabras y pensamientos y no, como en el caso del ganado, por pacer en el mismo lugar", según el célebre clictamen de Aristóteles.

Lo cierto es que poca gente de mediana cordura se sorprende hoy de que los nacionalistas vascos tengan a Euskadi por su nación, a la ikurriña por su bandera y al derecho de libre determinación por su reivindicación natural. Las reivindicaciones de los nacionalistas catalanes, por ejemplo, son muy semejantes y río alteran demasiado más que el pulso de algunos irredentistas. Lo que asombra a no pocos, y con razón, es el clima delirante de cruzada de liberación que vi vimos en un país que cuenta con Gobierno autónomo nacionalista desde hace casi dos lustros, Un estatuto político aprobado rnayoritariamente, lengua propia oficialmente reconocida y amparada, bandera, himno y toda la pesca. Lo que asombra es que todavía a estas alturas en medios naconalistas pueda asumirse ante cada bomba o cada ametrallamiento que los terroristas son unos atolondrados impacientes, pero que la culpa de su impaciencia la tienen en Madrid. Lo asombroso, en una palabra, es que los nacionalistas no condenen el militarismo criminal de ETA y servicios auxiliares más que como medio indirecto de elogiar su propia santa paciencia al renunciar a la lucha armada, aunque bien sabe Dios que razones para ella no les faltarían. Una cosa es proponer modificaciones del estatuto de autonomía (o su total y urgente cumplimiento), e) una reforma hacia lo federal de la constitución o lo que se razone como conveniente, y otra muy otra de dar entender que pertenece uno a un pueblo elegido que ha de es capar de las garras de Faraón, so pena de desencadenar al ángel exterminador y asistir a la matanza de los primogénitos. Pasa a la página siguiente

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