Editorial:

El polvorín del Golfo

EL RITMO de los acontecimientos en el golfo Pérsico se ha acelerado desde que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó, el 20 de julio, por unanimidad una resolución llamando a Irán e Irak a un cese inmediato de las hostilidades. A la importante flota de EE UU, que está en esas aguas para proteger la exportación del petróleo de Kuwait, y a una presencia naval soviética modesta se han agregado ahora barcos de guerra del Reino Unido y de Francia. Estos dos países, en el caso de Francia después de los incidentes que han llevado a la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Irán, han decidido en...

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EL RITMO de los acontecimientos en el golfo Pérsico se ha acelerado desde que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó, el 20 de julio, por unanimidad una resolución llamando a Irán e Irak a un cese inmediato de las hostilidades. A la importante flota de EE UU, que está en esas aguas para proteger la exportación del petróleo de Kuwait, y a una presencia naval soviética modesta se han agregado ahora barcos de guerra del Reino Unido y de Francia. Estos dos países, en el caso de Francia después de los incidentes que han llevado a la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Irán, han decidido enviar varias unidades de sus flotas al Golfo, poniendo así fin al aislamiento en que se encontraba Washington cuando inició sus operaciones de apoyo a los petroleros de Kuwait.Por otro lado, las relaciones entre Irán y los países árabes han sufrido un serio empeoramiento. Los trágicos acontecimientos de La Meca, en los que murieron centenares de peregrinos, en su mayoría iraníes, son atribuidos en las capitales árabes a la política de provocaciones del fundamentalismo islámico, que, empujado directamente por Teherán, quiere desestabilizar los regímenes existentes en el mundo árabe. Las ramificaciones de la subversión fundamentalista llegan hasta el Magreb, y Túnez ha roto sus relaciones con Teherán. Incluso Siria, que ha apoyado a los iraníes, es atacada por la política de los grupos shiíes en Líbano. La reunión de ministros de Exteriores de la Liga Árabe que se está celebrando en Túnez refleja una actitud mucho más neta de condena de Irán.

Por otra parte, si a comienzos de 1987 los éxitos de Irán en sus ofensivas en el frente de Bassora creó la sensación de su posible triunfo, hoy ese, temor se ha desvanecido. En la Liga Árabe el peso de las actitudes contrarias a Irán se expresa en la demanda de que la ONU adopte medidas más operativas para imponer el cese el fuego.

El régimen de Teherán ha sufrido en los últimos meses un deterioro de su situación internacional, pero sería absurdo exagerarlo. Hace falta recordar el curioso entrelazamiento que existe, en la guerra entre Irán e Irak, entre los frentes terrestres y los navales y aéreos. En los primeros, la superioridad iraní es evidente. Por eso fue Irak el que inició los ataques contra los petroleros en 1983. Si la presencia naval de EE UU y otros países sólo sirviese para garantizar una navegación libre para todos, Teherán saldría beneficiado. Aunque, por otro lado, es obvio que esa presencia naval representa una presión sobre el Gobierno de Jomeini y refuerza la capacidad de los países del Golfo de resistir al chantaje de éste.

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Por ello, uno de los peligros que encierra la situación actual es que Irak, al ver que su enemigo está elevando sus exportaciones de petróleo por el Golfo, y mejorando así su situación financiera, decida reanudar sus bombardeos contra las exportaciones de crudo iraní. En esa eventualidad, lo que hasta ahora han sido fanfarronadas de los dirigentes de Irán podrían convertirse en ataques de máximo riesgo. EE UU no tiene ningún interés -y no digamos Francia y el Reino Unido- de verse arrastrados a hostilidades directas con irán. Éste tampoco tiene ningún interés en dar pasos que puedan provocar un ataque de EE UU contra su territorio o sus instalaciones. Hasta ahora, los objetivos que Irak ha bombardeado en los últimos días han sido instalaciones económicas iranies, pero no sus puertos ni sus exportaciones de crudo. Si los iraquíes no transpasan ese límite, es posible que se pueda prolongar durante bastante tiempo una situación más o menos semejante a la del mes transcurrido, es decir sin incidentes de gran magnitud. Pero en ese caso, el efecto de la operación de EE UU, iniciada para ayudar a Irak, podría resultar más beneficiosa aún para el otro beligerante.

Irak no aceptará una situación de statu quo en el Golfo mientras Irán pueda utilizar a fondo su superioridad militar en tierra. Esta situación pone de relieve la importancia, y la urgencia de las gestiones del secretario general de la ONU para lograr que Teherán acepte el alto el fuego. Perspectiva difícil, sobre todo si en la lucha entre diversas facciones en torno a la sucesión del anciano Jomeini se afianzasen los grupos ultras que supeditan el fanatismo de la expansión shií a la posibilidad de obtener para Irán la paz y un papel importante en la escena mundial.

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