Tribuna:

Barrionuevo

Lo mejor sería llegar hasta Barrionuevo y, con permiso de la escolta, cogerle por el talle y susurrarle al oído un bolero: "¿Cuál es el profundo misterio que a nadie confiesas?". Porque este hombre, por lo visto y oído hasta ahora, poco dotado para las sutilezas polisémicas, se ha convertido en un enigma empapado de destino. Está pidiendo a gritos que le cesen o lo dimitan o que cesen o dimitan al ministro de Justicia, a los jueces, a los periodistas, a todo el que no consiente que se barra bajo las alfombras de la brutalidad del Estado, sin que esa intransigencia profundamente democrática sea...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Lo mejor sería llegar hasta Barrionuevo y, con permiso de la escolta, cogerle por el talle y susurrarle al oído un bolero: "¿Cuál es el profundo misterio que a nadie confiesas?". Porque este hombre, por lo visto y oído hasta ahora, poco dotado para las sutilezas polisémicas, se ha convertido en un enigma empapado de destino. Está pidiendo a gritos que le cesen o lo dimitan o que cesen o dimitan al ministro de Justicia, a los jueces, a los periodistas, a todo el que no consiente que se barra bajo las alfombras de la brutalidad del Estado, sin que esa intransigencia profundamente democrática sea apología indirecta del terrorismo. Pero sería ingenuo tratar de razonar con un héroe predestinado. Barrionuevo se la va a pegar porque ha escogido una autopista señalizada hacia el accidente. Cuando se pide que la sociedad haga la vista gorda ante los procedimientos antidemocráticos destinados a defender la democracia, se está enseñando el culo de la doble moral, la doble verdad, la doble contabilidad. Y esa desnudez llega a convertirse en una evidencia escandalosa para el mismísimo Estado, al que no le gusta sentir las miradas ciudadanas sobre su trasero al descubierto.¿Por qué Barrionuevo pide a voz en grito ser dimitido o cesado? ¿Por qué ahora? Puede ser todo fruto de un error: haber calculado mal los zancos de incontestabilidad que le ha aportado el atentado de Hipercor. Pero también puede tratarse de una premeditada inversión en prestigio histórico y futuro o simple cansancio de la esquizofrenia, cansancio de rosa de Alejandría, colorada de noche, blanca de día. Lo evidente es que, sea cual sea el motivo, Barrionuevo merece un descanso, lo merece tanto como lo necesita. Él ha hecho buenos a los anteriores ministros del Interior de la democracia y puede aspirar a que su sucesor le haga bueno a él mismo. Que deje el ministerio y pase a formar parte de la Reserva Espiritual de Occidente, a la espera de un nuevo destino, en lo universal, desde luego. Que penetre, con todos los honores, en la cofradía del silencio. Es decir. Que se calle.

Archivado En