Tribuna:

'Welcome'

Cuando regresas de un viaje por tierras extrañas, aunque a veces muy próximas, nada aquieta tanto el ánimo y pulveriza la líbido, vulgo calentura, como encontrarse al ministro del Interior sentadito en el mismo banco de la escuela, interiorizando mientras trata de ministrear, exhibiendo, junto con los calcetines, un rictus de raposa sorprendida en el trance de zamparse inocentemente a su presa. Por casualidad, el mismo rictus que lucía cuando le viste en las fotos antes de partir.Ya puede marcharse una allende los mares y' al otro lado de las fronteras, pedirse misiones de enviada espec...

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Cuando regresas de un viaje por tierras extrañas, aunque a veces muy próximas, nada aquieta tanto el ánimo y pulveriza la líbido, vulgo calentura, como encontrarse al ministro del Interior sentadito en el mismo banco de la escuela, interiorizando mientras trata de ministrear, exhibiendo, junto con los calcetines, un rictus de raposa sorprendida en el trance de zamparse inocentemente a su presa. Por casualidad, el mismo rictus que lucía cuando le viste en las fotos antes de partir.Ya puede marcharse una allende los mares y' al otro lado de las fronteras, pedirse misiones de enviada especial a lugares en donde se supone que se revitaliza el deseo de que algo pueda cambiar alguna vez, de verdad, en su totalidad, apasionadamente. Ya puedes colocar tu silla bajo cualquier volcán sobre el que viven otros o sacar un billete de ida y vuelta hacia el infierno en donde esos otros nunca han dejado de vivir peligrosamente. A la vuelta te preguntas para qué.

Lo único que en realidad ha ocurrido durante todo este tiempo es que el ministro del Interior de tu país ha seguido realizando su gran exhibición de látigo y lágrima en el interior de la perrera, contento porque en el reparto le tocaron dobermans y no caniches. Lo único que ha permanecido, arrasando las Reinosas y los daños les la falta de sensibilidad. para admitir que el hundimiento de un solo mundo, ya sea el de un empleo o el de un pequeño pueblo, justifica por lo menos el dolor y la vergüenza. Lo único que encuentras al volver es el rostro zorruno de tu ministro de¡ Interior, quejoso porque no le dejan comerse en paz a las gallinas. Si fuera un verdadero zorro tendría razón. Ocurre que es el ministro del Interior del Gobierno socialista. Pero Barrionuevo no es uno más en el Gabinete. Es su alma mater, del mismo modo que Felipe González es su cuerpo pater. Por fuerza tienen que entenderse.

De modo que al volver: welcome to Spain. Estamos en el país en el que mamá y papá siguen atemorizándonos mientras ellos lenta, pero muy lentamente, envejecen.

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