Editorial:

La ruta del Papa

EL VIAJE que el Papa inició el lunes pasado constituye el tercero que realiza a su tierra natal en los ocho años transcurridos desde su elevación al papado. En 1979, requerido por el entusiasmo y la audacia del movi miento popular del que nacería Solidaridad. En 1983, después de la represión y desilusión de los católicos polacos, para calmar los ánimos. Ahora nadie se puede creer que se trate de un viaje simplemente pastoral, para clausurar el congreso eucarístico, beatificar al obispo Michael Kozal (asesinado en Dachau en 1943), visitar el monumento homenaje al cardenal Wyszynski y rezar ante...

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EL VIAJE que el Papa inició el lunes pasado constituye el tercero que realiza a su tierra natal en los ocho años transcurridos desde su elevación al papado. En 1979, requerido por el entusiasmo y la audacia del movi miento popular del que nacería Solidaridad. En 1983, después de la represión y desilusión de los católicos polacos, para calmar los ánimos. Ahora nadie se puede creer que se trate de un viaje simplemente pastoral, para clausurar el congreso eucarístico, beatificar al obispo Michael Kozal (asesinado en Dachau en 1943), visitar el monumento homenaje al cardenal Wyszynski y rezar ante la tumba del sacerdote Popieluszko.La visita de Jaruzelski al Vaticano descubrió posibilidades de normalizar las relaciones de la Iglesia polaca con el Gobierno. Se han dado pasos cortos, pero significativos, como la visita a Varsovia del cardenal Silvestri ni, virtual ministro de Asuntos Exterilores del Vaticano, para preparar el viaje papal. La colaboración decidida de todo el aparato oficial polaco con los obispos de cada diócesis que va a visitar el Papa, así como los discursos, tanto de Wojtyla como de Jaruzelski, han confirmado las previsiones de que se trata de una operación de gran calado político en las relaciones del Vaticano con todo el bloque del Este.

Jaruzelski, que ha insistido en la necesidad de colaboración de los católicos con el régimen, aseguró al Papa que se encontraba ahora con una Polonia muy diferente. "Todo lo que fue esencial en el movimiento de los años ochenta", dijo, "tiene su lugar asegurado en nuestra actual política". Por primera vez, un dirigente comunista reconoció públicamente que el cristianismo era parte de la realidad polaca. La misma expresión repetida de "pluralismo socialista" cuenta con el nihil obstat de Gorbachov y parece abrir una puerta a la convivencia con las iglesias en los países del Este. En ese horizonte se inscribe el encuentro celebrado en Budapest el pasado mes de octubre entre intelectuales marxistas y representantes del Secretariado Romano para los No Creyentes, al que se dio carácter oficial. Otro síntoma del deshielo fue la visita al Vaticano, hace ahora un año, del primer ministro húngaro, Lazar, para buscar una solución a la sucesión del difunto cardenal primado Laszlo Lekai y para nombrar nuevos obispos en las sedes vacantes.

Quedan, evidentemente, muchos puntos de fricción: la prohibición de las órdenes religiosas y de la enseñariza de la religión en Hungría. La situación en Checoslovaquia es aún más delicada. Los expertos de la ostpolítik vaticanista la consideran fosilizada. Desde 1973 no ha podido hacerse ningún nombramiento por el. Vaticano. De siete diócesis, sólo dos tienen obispo. El mismo cardenal Tomasek, que ha sobrepasado los Emites de la edad de renuncia, tiene que permanecer en su puesto. En cambio, en Yugoslavia, la Iglesia catófica goza de mayor libertad, y en este orden, el Vaticano nombra a sus pastores sin que medien injerencias gubernamentales.

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Juan Pablo II no quiere desaprovechar ninguna de las expectativas abiertas por el reformismo de Gorbachov y el nuevo clima en las relaciones entre los bloques para presionar en favor de una mayor libertad de la, Iglesia católica en el Este. El milenario del cristianismo en Rusia y los seis siglos de catolicismo en Lituania le ofrecen argumentos para justificar su deseo de visitar Moscú. El Papa anticomunista tiene alma eslava, y dicen sus amigos que respira con los dos pulrnones.

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