Editorial:

Londres y Roma, en vísperas electorales

ESTE MES de junio es un mes electoral en diversos países europeos. Además de las españolas de hoy, mañana se celebrarán elecciones parlamentarias en el Reino Unido, y los próximos domingo y lunes, en Italia. En estos dos casos, el recurso a las urnas ha sido motivado por una disolución anticipada del Parlamento, si bien en condiciones muy distintas.Margaret Thatcher ha provocado las elecciones en el momento que ha juzgado más favorable para obtener una tercera victoria sucesiva. Las perspectivas económicas para el otoño no son buenas y ha preferido aprovechar un período en que las altísimas ci...

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ESTE MES de junio es un mes electoral en diversos países europeos. Además de las españolas de hoy, mañana se celebrarán elecciones parlamentarias en el Reino Unido, y los próximos domingo y lunes, en Italia. En estos dos casos, el recurso a las urnas ha sido motivado por una disolución anticipada del Parlamento, si bien en condiciones muy distintas.Margaret Thatcher ha provocado las elecciones en el momento que ha juzgado más favorable para obtener una tercera victoria sucesiva. Las perspectivas económicas para el otoño no son buenas y ha preferido aprovechar un período en que las altísimas cifras de paro han presentado ciertas disminuciones. Como ya ocurrió en 1983, hay en estas elecciones un factor completamente insólito para la tradición británica: se enfrentan no dos, sino tres partidos, los conservadores, los laboristas y la alianza de socialdemócratas y liberales. En 1983, la alianza obtuvo más del 25% de los votos, muy cerca de los laboristas, y, sin embargo, su representación parlamentaria fue ínfima: 23 diputados. En el Reino Unido ftinciona un sistema mayoritario con circunscripciones pequeñas, cada una de las cuales elige al candidato que logra más votos. Ello permite desfases enormes entre número de votos y representación parlamentaria, e incluso que un partido con menos votos que otro a escala nacional obtenga la mayoría absoluta de los diputados y la jefatura del Gobierno.

Tal sistema electoral, y además con tres partidos en liza, hace que las previsiones sean en el caso británico particularmente dificiles. Cada uno de los 631diputados será elegido por lo que pase en su circunscripción. Por eso, las elecciones británicas han deparado, en más de una ocasión, grandes sorpresas. Actualmente, a pesar de fti-ertes variaciones-en los sondeos, la opinión más generalizada es que Margaret Thatcher conservará una mayoría en el Parlamento ' pero menor de la que tenía desde 1983. El nuevo líder del laborismo, Kinnock, ha devuelto a ese partido coherencia y empuje, lo cual dará lugar probablemente a un aumento de su presencia parlamentaria. Pero una victoria laborista sería una gran sorpresa. La recuperación del laborismo se está haciendo, según los últimos sondeos, sobre todo a costa de la alianza liberal- socialdemócrata, que retrocede. De confirmarse esta tendencia, el tema de la reforma electoral, que se puso de moda con lo ocurrido en 1983, volvería a las catacumbas. Ni los tories ni los laboristas la quieren.

Italia ha representado, dentro de los sistemas políticos, europeos, el ejemplo más típicamente contrario al bipartidismo. Aunque la Democracia Cri ' stiana (DC) y el Partido Comunista Italiano (PCI) han tenido siempre un número de votos muy superior al de los otros partidos, la exclusión de los comunistas del juego gubernamental desde 1948 ha elevado el papel de los partidos menores. La DC los ha necesitado para obtener mayorías de gobierno, e incluso ha tenido que aceptar en ciertas etapas que el republicano Spadolini y, últimamente, el socialista Craxi encabecen el Gobierno. Las actuales elecciones significan un cambio. La descomposición de la última coalición de cinco partidos se ha producido en medio de contradicciones muy agudas. El veto al PCI se ha debilitado, sin desaparecer. Y cada partido se presenta ante los electores sin estar atado a un proyecto de gobierno. Una constante de la política italiana ha sido que las sucesivas elecciones han registrado cambios de escasa monta, y es probable que en este caso el fenómeno se repita, con unas u otras oscilaciones. Ello podría llevar a un retorno a las coaliciones anteriores, por desgastadas que estén. El Partido Socialista Italiano ha rechazado la idea comunista de una "alternativa democrática", que podría dejar fuera del Gobierno a la DC. Pero casi nadie cree en un cambio de ese calibre, quizá ni el mismo partido que la propuso. Por otro lado, el PCI rechaza posibles fórmulas de apoyo basadas en una neutralidad benevolente, como la prestada a la DC en tiempos de Berlinguer.

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Esta sensación de bloqueo del futuro político determina que la cuestión de la reforma de las instituciones esté colocada hoy en el centro de la política italiana. Nadie niega su necesidad y su urgencia. Sin esa reforma, el alejamiento entre el sentir de los ciudadanos y los juegos de la clase política podría llegar pronto a extremos peligrosos.

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