Reportaje:

Una, finca muy bien admistrada

Sólo unos cuantos periodistas extranjeros se empeñan estos días en recordar en Jordania que muy pronto se cumplirán 20 años de la Guerra de los seis Días. El rey Hussein, su Gobierno, la Prensa le Amman y el pueblo jordano no dicen, por el momento, ni una palabra. Y es que las derrotas no se celebran. Dos décadas después de la dolorosa pérdida de Jerusalén y la ribera occidental del río Jordán, el reino hachemí y su monarca, de cuyo futuro tantas veces se ha dudado, parecen más sólidos que nunca.

Aminan es una ciudad limpia, ordenada, aburrida y muy cara. El pasado lunes estaba casi vac...

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Sólo unos cuantos periodistas extranjeros se empeñan estos días en recordar en Jordania que muy pronto se cumplirán 20 años de la Guerra de los seis Días. El rey Hussein, su Gobierno, la Prensa le Amman y el pueblo jordano no dicen, por el momento, ni una palabra. Y es que las derrotas no se celebran. Dos décadas después de la dolorosa pérdida de Jerusalén y la ribera occidental del río Jordán, el reino hachemí y su monarca, de cuyo futuro tantas veces se ha dudado, parecen más sólidos que nunca.

Aminan es una ciudad limpia, ordenada, aburrida y muy cara. El pasado lunes estaba casi vacía. Se conmemoraba el 41º aniversario de la independencia nacional y la jornada era festiva. Se trataba además de uno de los últimos días del Ramadán, y la mayoría de la población ayunaba hasta la puesta del sol. Todos los restaurantes y cafeterías estaban cerrados, y salvo en los rincones más discretos de los grandes hoteles no se podía comer, beber o fumar en público.Jordania es, más o menos, un pedazo de desierto delimitado con tiralíneas. Como Estado, una invención reciente, el pago británico a una noble familia de la Meca, descendiente del profeta Mahoma. En la I Guerra Mundial los intereses de Londres y los de la familia hachemí coincidieron frente al imperio otomano. Dos británicos fabricaron así su leyenda: Lawrence de Arabia y Glubb Pachá.

"Tengo a veces la impresión de ser un personaje de Agatha Christie", dijo hace muchos años el rey Hussein. El periodista alemán Peter Scholl-Latour le llamó "rey de arena". La pasada semana, en el Financial Times, Richard Johris lo ha calificado de "inonarca valiente". Este hombre, edu cado tanto a la beduina como a la inglesa, subió al trono a los 17 años, después de que su abuelo, Abdallati fuera asesinado y supadre declarado incapaz por enfermedad mental. Hussein estaba en la mezquita El Aqsa de Jerusalén el día en que el fúndador de la dinastía fue acribillado. Una bala se incrustó en una medalla del uniforme del joven prín.cipe, que después ha sobrevivido a otros 13 intentos de asesinato.Un reino de arenaEl reino de Hussein es de arena, y no sólo en el sentido literal del término. De sus tres millones de habitantes, al menos el 60% son palestinos, gentes del otro lado del río Jordán que han huido en los últimos 40 años de los distintos avances de Israel.En 1970 el monarca hachemí estuvo a punto de perder la herencia de su abuelo Abdallah a manos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que, tal como luego haría en Líbano, se comportaba en Jordania como un verdadero poder estatal paralelo. Hussein aplastó a la resistencia palestina con sus fieles guerreros del desierto. Se ganó con ello el odio de sus árabes. Recuperar el favor de todos, excepto Libia, le ha costado más de una década.Hoy el control de Hussein sobre su país se basa no sólo en la fidelidad de la minoría beduina, sino además en el hecho de que, como dice el estudioso norteamericano Arthur R. Day, Jordania es "un ejemplo de Estado civilizado y moderado en Oriente Próximo", o, en expresión de un diplomático europeo, "una finca muy bien administrada". En especial sí se compara con Líbano, Siria o Egipto, los otros vecinos de Israel.

Jordania tiene un elevadísimo porcentaje de titulados universitarios y buena parte de sus habitantes llevan vida de clase media. El secreto de esta moderada prosperidad está en los fosfatos, y aún más en las divisas que envían los 300.000 jordanos emigrados a los prósperos países petroleros del Golfo, un tercio de la población activa.

Los palestinos del reino hachemita no presentan demasiados problemas, la mayoría están bien integrados en la vida del país y menos del 20% viven aún en campamentos de refugiados, según datos de la propia OLP. Pero sobre Hussein pesa la amenaza que formuló el halcón israelí Ariel Sharon: "¿Para qué un Estado palestino si ya existe?: es Jordania. Que lo dirija o no un rey originario de la Meca es un problema que deben resolver los árabes".

Para evitar que el emirato que Abdullah fundó en 1921, y que en 1946 se independizó de la tutela británica, se convierta en una patria de recambio para los antiguos pobladores de Tierra Santa, Hussein necesita un acuerdo de paz en Oriente Próximo que otorgue algún tipo de hogar nacional a los palestinos.

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El rey trabaja duro para ello: no es un soberano hecho del papel de las revistas del corazón. Hace 20 años perdió a manos de Israel la parte más jugosa de su reino, la fértil Cisjordania y Jerusalén, la tercera ciudad santa de los musulmanes. Prácticamente ha renunciado a recuperarla. La OLP, afirma, es la única representante de los territorios ocupados por el Ejército hebreo.

La herencia del sucesor

Pero Hussein espera dejarle a su sucesor y hermano, el príncipe Hassan, algo más que un Estado de dudoso futuro. Por eso viaja muchísimo. Pretende mejorar la calidad de vida de los habitantes de Cisjordania e impedir que continúen emigrando a su reino, conseguir que la OLP acepte la existencia de Israel y sea admitida por Estados Unidos como participante en el proceso de paz; liquidar las últimas reticencias israelíes y norteamericanas a la conferencia internacional apadrinada por las Naciones Unidas; reunir una cumbre árabe que dé luz verde a sus proyectos y, además, terminar con la guerra entre Irán e Irak, que al afectar a la seguridad y prosperidad del Golfo, afecta también a la de su país.

"Este hombre está metido en un buen embrollo", dijo el pasado lunes uno de los asistentes al iftar con que el rey celebró el aniversario de la independencia.

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