Tribuna:

El humor

A estas alturas se han probado diversos modos de caracterizar la posmodernidad. Casi todos son estimulantes, si por estímulo se tiene el fin de lo ya vivido, visto y conocido. El más alentador, sin embargo, es el que señala como un rasgo peculiar de la época la proliferación del humor o la necesidad de buscar la comunicación por sus caminos. Lipovetsky sostiene esta teoría en su libro de diagnósticos contemporáneos titulado La era del vacío. Es una tesis razonable y sería hasta una tautología si efectivamente, como defienden algunos analistas anhelantes de claridad, esta etapa de la civ...

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A estas alturas se han probado diversos modos de caracterizar la posmodernidad. Casi todos son estimulantes, si por estímulo se tiene el fin de lo ya vivido, visto y conocido. El más alentador, sin embargo, es el que señala como un rasgo peculiar de la época la proliferación del humor o la necesidad de buscar la comunicación por sus caminos. Lipovetsky sostiene esta teoría en su libro de diagnósticos contemporáneos titulado La era del vacío. Es una tesis razonable y sería hasta una tautología si efectivamente, como defienden algunos analistas anhelantes de claridad, esta etapa de la civilización occidental está pasando de sí misma, doblándose como un espejo. Sólo los que son capaces de pasar de sí mismos, contemplarse a media distancia, son a la vez capaces de utilizar el humor sobre su entorno. Pero sólo son capaces de pasar de sí mismos y tomarse a broma aquellos individuos o aquellas culturas que han alcanzado un suficiente grado de autoconfianza y de hartura sobre su realidad. Ocurre aquí, a escala social, lo que en la escala individual ha venido sucediendo con las minorías oprimidas y con las mujeres. Ni esas minorías ni las chicas han hecho gala, por lo general, del sentido del humor. Las excepciones abundan ahora cada vez más entre las chicas, pero es todavía cierto que, entre ellas, las que exhiben sentido del humor alcanzan fama, y pocas cosas las hacen más sobresalientes. Los hombres, entre los que no será difícil encontrar pelmas, han disfrutado, en cambio, de mejores condicione para la ironía. Como simple consecuencia de su predominio social, han podido jugar más con su condición y su lenguaje. Quienes, como las chicas, se hallaron o se hallan en situación de dependencia temerán más los riesgos de la ambigüedad. Pero ésta es una época ambigua, descreída e incierta. Y para los discursos profesorales o los políticos, para los telefilmes, la literatura, el cine, la pintura, el ensayo o el amor, el humor es un inseparable ingrediente contra el fracaso. Por sí sola, la risa es la controlada arquitectura de la ruina.

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