Savater y la felicidad

Un lector de EL PAÍS pone a parir a F. Savater por un artículo publicado recientemente allí (El instinto de felicidad). La idea de que no existen ni el Bien ni el Mal, sino el bien y el mal, y de que bajo ambos subyace un mismo impulso de plenitud del ego mejor o peor orientado, es muy antigua, y, aunque Savater la contrapone al cristianismo, se encuentra en lo más sano, tolerante y mejor del pensamiento cristiano. La divulgación de tal idea por F. S. no sólo no merece tamaños improperios, sino que es de agradecer, dadas las actitudes rígidamente dicotómicas que todavía subsisten...

Un lector de EL PAÍS pone a parir a F. Savater por un artículo publicado recientemente allí (El instinto de felicidad). La idea de que no existen ni el Bien ni el Mal, sino el bien y el mal, y de que bajo ambos subyace un mismo impulso de plenitud del ego mejor o peor orientado, es muy antigua, y, aunque Savater la contrapone al cristianismo, se encuentra en lo más sano, tolerante y mejor del pensamiento cristiano. La divulgación de tal idea por F. S. no sólo no merece tamaños improperios, sino que es de agradecer, dadas las actitudes rígidamente dicotómicas que todavía subsisten. Yo le haría a su artículo dos objeciones. La primera es que no consigue, como desea, evitar totalmente que el lector común piense que, dado que la raíz es la misma, bondad y maldad son indiferentes, y ello es debido a que recalca sin matices el carácter de conveniencia egoísta de la elección ética. La segunda es que tal declaración no es tan epatante como supone, por cuanto que, según pienso, el mayor problema ético del país no es hoy la gazmoñería, sino el vacío moral dejado por una descristianización que tiró al niño con el agua sucia, y sobre la que incide la nueva mentalidad conservadora (de la derecha y de cierto socialismo ilustrado) con su quincallería tecnológica como valor y su retórica antiintelectualista y antihumanista. Sería bueno volver sobre el asunto.-