El falso suelo de Onamio

Una localidad leonesa vive asentada sobre una red de galerías subterráneas de una vieja mina

El hundimiento de una cámara de una antigua mina de hierro en la aldea leonesa de Onamio ha despertado el terror de los vecinos a ser tragados junto con sus enseres al fondo de la mina abandonada. El agujero de unos dos metros de diámetro y más de 30 de profundidad, ha sido cercado con vallas metálicas por la empresa propietaria de la explotación abandonada, la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP), que considera "improbable" que el resto del pueblo siga el mismo camino.

Miembros de la delegación territorial de Industria de León han ordenado rellenar la abertura con escombros, medida p...

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El hundimiento de una cámara de una antigua mina de hierro en la aldea leonesa de Onamio ha despertado el terror de los vecinos a ser tragados junto con sus enseres al fondo de la mina abandonada. El agujero de unos dos metros de diámetro y más de 30 de profundidad, ha sido cercado con vallas metálicas por la empresa propietaria de la explotación abandonada, la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP), que considera "improbable" que el resto del pueblo siga el mismo camino.

Miembros de la delegación territorial de Industria de León han ordenado rellenar la abertura con escombros, medida provisional a la que se oponen los vecinos, mientras la sociedad minera elabora un proyecto técnico geomecánico urgente para la conservación del lugar.Unos minutos antes de abrirse la profunda grieta en una de las calles del pueblo, el pasado día 13, Rosa María Verdasco, de 20 años, volvía por aquel lugar a su casa de buscar carbón de una cuadra cercana. Onamio, situado a unos 15 kilómetros de Ponferrada, tiene un ancho y profundo estómago subterráneo de: más de cinco kilómetros de antiguas galerías que atraviesan de punta a punta las viviendas, cuadras y bodegas. Las 15 familias que habitan el pueblo (aproximadamente 50 personas) conocen bien las minas. Casi todos los hombres, ahora ya jubilados, trabajaron antes en ellas.

El exceso de fósforo en el mineral de hierro, que hacía imposible su aplicación en la moderna siderurgia, obligó a la MSP, después de 25 años de actividad, a cerrar en 1978 las explotaciones del Coto Wagner, nombre: triunfal otorgado a la explotación.

Las fértiles vegas, vendidas antaño a la empresa en pos de "un futuro mejor", quedaron inservibles, sepultadas bajo un reseco lodo rojizo, a la par que los montes de robles se salpicaban de inmensos minados de más de 100 metros de profundidad. Virtudes Nogaledo, a sus 40 años, mantiene grabado en su memoria el tono de la trompeta que anunciaba la explosión de los barrenos en una cantera de hierro cercana al pueblo, hace 30 años. David Martínez, de 60 años, fue el único que entonces denunció a la empresa por ocupar tierras que no había comprado. "Él es de los pocos en el pueblo que nunca tuvo que bajar a la mina", le recriminan.

En 1959, una vez agotado el filón que perfora el pueblo, se produjo la primera alarma de un posible hundimiento. Varias casas fueron desalojadas como medida preventiva, acomodando la MSP a las familias en poblados mineros cercanos. Transcurridos tres años, estas personas volvieron a ocupar sus viviendas con el beneplácito de la empresa.

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Soluciones definitivas

Los vecinos exigen hoy soluciones definitivas que aparten de una vez por todas el temor de nuevas grietas. Para ello, la dirección de la empresa minera, que no estima el peligro como inminente, ha puesto en práctica una serie de medidas sociales, temporales, complemento a un proyecto técnico, entre las que se encuentra el desalojo inmediato de tres viviendas habitadas en el centro del pueblo. Sin embargo, los vecinos han puesto el asunto en manos de un abogado.La empresa ha ofrecido a las tres familias afectadas por el derrumbe que se alojen en un hotel de una localidad cercana hasta que se de solución definitiva al problema, lo que ha sido rechazado por los vecinos.

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