Tribuna:

Anónimo

Un hombre anónimo se encuentra con una mujer desconocida en un lugar fortuito del planeta. Sin mediar una palabra, ambos pactan con los ojos un instante de placer, el breve juego de la carne. Se trata sólo de un lance de química secreta, de un tedioso baile de óvulos y espermatozoides. El hombre anónimo y la mujer desconocida hacen un nudo con sus cuerpos ocultándose mutuamente el rostro, y con la víscera sacra llena de música sienten que una gloria momentánea les sacude. Finalizado el acorde en la oscuridad de los sentidos, luego la pareja se separa y sin duda se pierde para siempre. De ese c...

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Un hombre anónimo se encuentra con una mujer desconocida en un lugar fortuito del planeta. Sin mediar una palabra, ambos pactan con los ojos un instante de placer, el breve juego de la carne. Se trata sólo de un lance de química secreta, de un tedioso baile de óvulos y espermatozoides. El hombre anónimo y la mujer desconocida hacen un nudo con sus cuerpos ocultándose mutuamente el rostro, y con la víscera sacra llena de música sienten que una gloria momentánea les sacude. Finalizado el acorde en la oscuridad de los sentidos, luego la pareja se separa y sin duda se pierde para siempre. De ese contacto, un nuevo mortal se pone a nacer, y éste, a su vez, con el tiempo también se convierte en un ente condenado a buscar otra carne azarosa. La variedad de esta danza es infinita. Desde arriba, Dios la preside con su silencio. Algún día se sabrá que Dios era el más ardiente enamorado del caos. Creó el mundo en seis días y el séptimo se limpió las uñas habiendo dejado la bola perdida en el universo. Desde entonces va la Tierra navegando por el espacio envuelta en un estruendo de monos y papagayos entre chasquidos de coitos ciegos, de navajas lúcidas y de deseos inconcebibles.Ahora, otro hombre anónimo se encuentra con otra mujer desconocida en un lugar fortuito del planeta. Sin mediar una palabra, ambos pactan con los ojos un sentimiento secreto, tal vez un amor imposible. Basta con esto para que el caos se recomponga. Nunca llegarán sus cuerpos a unirse, ninguna melodía sonará en el interior de sus músculos, ni las rosas caerán sobre su lecho. De su larga mirada en silencio no nacerá un nuevo ser, pero algo crecerá en el corazón de cada uno. Un sueño, o un esqueje, o una aventura que se cumplirá en el más allá. Nada. El hombre anónimo y la mujer desconocida quedarán para siempre enlazados con el pensamiento, y aunque ya no se vuelvan a ver, aquella mirada que cruzaron en el semáforo, en el aeropuerto o en la cafetería puede ayudar a Dios a crear un nuevo mundo donde todo tenga sentido.

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