Editorial:

Portazo militar

APENAS UNAS horas después de que los miembros de la nueva Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) hubieran tomado posesión, el capitán general de la IV Región (Barcelona), Fernando Rodríguez Ventosa, solicitó su pase anticipado a la reserva. Dos razones han sido adelantadas por fuentes castrenses como determinantes de la decisión: su desencanto por haberse sentido postergado en los recientes nombramientos de la nueva cúpula militar y su descontento ante la solución dada por el Gobierno al problema de los ex miembros de la UMD. Rodríguez Ventosa había expresado, por una parte, su esperanza de ac...

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APENAS UNAS horas después de que los miembros de la nueva Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) hubieran tomado posesión, el capitán general de la IV Región (Barcelona), Fernando Rodríguez Ventosa, solicitó su pase anticipado a la reserva. Dos razones han sido adelantadas por fuentes castrenses como determinantes de la decisión: su desencanto por haberse sentido postergado en los recientes nombramientos de la nueva cúpula militar y su descontento ante la solución dada por el Gobierno al problema de los ex miembros de la UMD. Rodríguez Ventosa había expresado, por una parte, su esperanza de acceder a la jefatura del Estado Mayor de la Defensa y, por otra, su desacuerdo con los nombres barajados en las últimas semanas como candidatos a la jefatura del Ejército de Tierra, y en particular el del teniente general Miguel Iñiguez, que sería el elegido. Ya entonces Rodríguez Ventosa había sugerido su intención de solicitar su pase a la reserva. También se hace constar que el ex capitán general de la IV Región se abstuvo de expresar su desacuerdo sobre esa cuestión -mientras que sí lo hizo en relación al problema de la UMD- en la reunión del Consejo Superior del Ejército celebrada el pasado día 30.En cuanto al reingreso en el Ejército de los nueve ex miembros de la UMD, es más que verosímil que Rodríguez Ventosa lo considerase un error, como otros muchos oficiales de las Fuerzas Armadas, de escasas convicciones democráticas y acendrado espíritu corporativo, que reiteradamente se han pronunciado en tal sentido en los últimos años. Nos hallamos ante una cuestión eminentemente política, cuya no solución era simplemente una vergüenza para la transición democrática y para la construcción del Estado de derecho. Rodríguez Ventosa estaba en desacuerdo con este criterio: su opinión fue oída por el ministro de Defensa, pero el Gobierno no compartió su punto de vista. Ahí tenía que haber terminado todo. España es un país democrático, en el que los miembros de las Fuerzas Armadas no disponen de ningún poder de veto sobre las decisiones políticas.

Sin embargo, el ex capitán general esperó al día en que tomaba posesión la nueva JUJEM para dar un portazo, con la indudable pretensión de que resultase sonoro. De modo y manera que si sus razones pueden ser estrictamente personales, la actitud se presta a una interpretación distinta: puede parecer un desafío lindante con la provocación. Desafío al Gobierno elegido por los españoles para que dirijan la política nacional, y desafío a las propias Fuerzas Armadas, que, con discrepancias o sin ellas, han acatado, como es su obligación, la decisión adoptada. Desafío, ante todo y sobre todo, a la nueva JUJEM, cuyo prestigio ante el estamento castrense se intenta rebajar en el día de su toma de posesión.

Parece razonable deducir que las dos explicaciones barajadas como causa del abandono del ex capitán general son igualmente válidas. Rodríguez Ventosa estaba en contra de la aplicación plena de la amnistía a la UMD, pero quizá su desasosiego no hubiera sido tan enorme si su carrera militar no se hubiera oscurecido después de las últimas decisiones del Consejo de Ministros. En todas las profesiones se producen nombramientos que causan frustración en los descartados, pero no hay por qué mezclar ese sentimiento con cuestiones que afectan a la gobernación del Estado. Sería ingenuo, y disparatado, pretender que las opiniones personales de los militares tengan que coincidir siempre con las del Gobierno. Pero el escalafón o la brillantez del expediente no tienen por qué ser el único, ni siquiera el principal, dato utilizado por el Ejecutivo a la hora de designar a las personas que habrán de materializar su política de defensa. Rodríguez Ventosa disponía de una brillante hoja, y era considerado un experto en materia de coordinación estratégica con la OTAN. De ninguna manera puede considerarse que ello otorgue por sí mismo un derecho a ocupar determinados cargos.

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Pero si las razones personales son siempre respetables, el simbolismo elegido para la marcha del ex capitán general son preocupantes. Demasiadas veces, rabietas personales de algunos militares han conducido a conflictos institucionales. Y la larga experiencia internacional de Rodríguez Ventosa, su bagaje cultural y su formación castrense le deberían haber llevado a una actitud más mesurada. Si tan irritado estaba con lo de la UMD el portazo se lo podía haber dado a la JUJEM saliente y no a la que llegaba. Si tan decepcionado estaba con su no ascenso, la dignidad del propio Ejército y el respeto a sus compañeros exigían un poco más de paciencia. Para no hablar del respeto que merece la ciudadanía, siempre preocupada por cualquier ruido de sables, y a la que es evidente que este militar, de supuesto corte europeísta, no ha prestado la más mínima de las atenciones. Con su actitud, el general Rodríguez Ventosa ha demostrado lo acertado que estuvo el Gobierno al no designarle para nuevo ascenso alguno.

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