Los filipinos no necesitan un 'Rambo'

Juan Ponce Enrile, el ministro de Defensa de Filipinas, está perdiendo la paciencia con su jefa, la presidenta Corazón Aquino, hasta el punto de que ahora solicita abiertamente el apoyo de personas que entonan aún el estribillo Marcos forever. Si la revolución pacífica de febrero va a sobrevivir, su tentativa. requiere una condena mucho más firme de la realizada hasta ahora por el Gobierno de Washington.Enrile, como Marcos, desprecia a Aquino y la considera una simple ama de casa incapaz de dirigir la nación. Se opone a la destitución de los partidarios de Marcos y a sus esfuerzos para ...

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Juan Ponce Enrile, el ministro de Defensa de Filipinas, está perdiendo la paciencia con su jefa, la presidenta Corazón Aquino, hasta el punto de que ahora solicita abiertamente el apoyo de personas que entonan aún el estribillo Marcos forever. Si la revolución pacífica de febrero va a sobrevivir, su tentativa. requiere una condena mucho más firme de la realizada hasta ahora por el Gobierno de Washington.Enrile, como Marcos, desprecia a Aquino y la considera una simple ama de casa incapaz de dirigir la nación. Se opone a la destitución de los partidarios de Marcos y a sus esfuerzos para desarrollar una nueva Constitución. Se irrita ante su negativa a permitirle que el Ejército actúe contra las guerrillas, incluso al precio de quemar pueblos, realizar matanzas nocturnas y torturas. Si se ve frustrado, afirma, podría "actuar a lo Rambo".

Ahora lanza una acusación nueva y audaz: la corrupción de Aquino. Si esto es cierto, ella ha conseguido ocultar sus delitos a una Prensa libre cuya renacida vitalidad nada debe a Enrile. Su disposición para traicionar a Aquino, poco tiempo después de retirar el apoyo a su predecesor, arroja dudas respecto a su aptitud para gobernar (...).

El enviado norteamericano en Manila ha reafirmado debidamente el apoyo de EE UU a Aquino, pero Enrile, al igual que su antiguo jefe, puede mostrarse incrédulo ante los simples embajadores. Esto tiene un remedio sencillo: dejar que el presidente Reagan y su secretario Shultz se pronuncien, y claramente, antes de que esta travesura se convierta en un auténtico problema.

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29 de octubre

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