Editorial:

La anomalía polaca

EL GENERAL Jarazelski, con su decisión de poner en libertad a los presos políticos, ha obtenido resultados de cierta importancia, sobre todo en el plano internacional. En Polonia, la satisfacción producida por esa decisión, aplicada con rapidez, con muy pocas excepciones, ha sido unánime. Esta amnistía -aunque la palabra no ha sido empleada- ha causado cierta sorpresa, ya que incluso la ley invocada como base de la misma excluye que sean liberadas personas acusadas de pertenecer a organizaciones ilegales, salvo si se dan "circunstancias excepcionales". Pero la voluntad de poner en libertad a l...

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EL GENERAL Jarazelski, con su decisión de poner en libertad a los presos políticos, ha obtenido resultados de cierta importancia, sobre todo en el plano internacional. En Polonia, la satisfacción producida por esa decisión, aplicada con rapidez, con muy pocas excepciones, ha sido unánime. Esta amnistía -aunque la palabra no ha sido empleada- ha causado cierta sorpresa, ya que incluso la ley invocada como base de la misma excluye que sean liberadas personas acusadas de pertenecer a organizaciones ilegales, salvo si se dan "circunstancias excepcionales". Pero la voluntad de poner en libertad a los presos políticos ha sido más fuerte que la letra de la ley. Es sintomático que el ministro del Interior, Kiszczak, anunció la medida dando en particular los nombres de los dirigentes más conocidos de Solidaridad que estaban en la cárcel.El deseo del Gobierno de obtener un impacto internacional ha sido evidente; los embajadores en Varsovia de los países europeos fueron informados, hecho nada usual al tratarse de una decisión de política interior. La reacción de las cancillerías occidentales ha sido favorable. El general Jaruzelski quiere mejorar la imagen de Polonia en la escena internacional y superar la frialdad que ha caracterizado, desde la declaración del estado de sitio en 1981, las relaciones de Polonia con numerosos países. Persigue con ello objetivos políticos, pero asimismo económicos: la deuda externa es elevadísima, y los intentos de recuperación económica han dado ínfimos resultados. El Gobierno espera que ahora el clima será más favorable para las negociaciones de la deuda o la obtención de nuevos créditos. Otro objetivo evidente de la amnistía está relacionado con la Iglesia, cuyo enorme peso en la vida nacional es un fenómeno excepcional, sin parangón con otros países europeos. El ministro Kiszczak ha declarado sin disimulo que el Gobierno había respondido a la demanda de la Iglesia, y que ahora esperaba que ésta garantizase la separación de las actividades políticas y de la religión. En todo caso, las gestiones enfocadas a preparar la visita de Jaruzelski a Roma en fecha próxima han quedado facilitadas.

Pero la amnistía pone en marcha una dinámica que no termina con la salida de la carcel de un número determinado de presos. En Polonia existe una oposición real; aunque su organización clandestina sea escasa y haya sufrido un serio desgaste, tiene una influencia enorme en la sociedad, tanto entre los trabajadores como entre los intelectuales. Los dirigentes y militantes de Solidaridad, al recuperar ahora la libertad, han proclamado abiertamente que van a continuar actuando de acuerdo con sus ideales y convicciones. Con motivo de la peregrinación tradicional a Czestochowa ha tenido lugar una gran manifestación de apoyo a Solidaridad, en presencia de Walesa y de algunos de los dirigentes del sindicato liberados hace pocos días. Es lógico que la liberación de los presos contribuya a reavivar los ánimos de la oposición. A la vez, ésta ha reaccionado ante la medida de Jaruzelski reiterando su rechazo de la violencia y del extremismo, insistiendo en su deseo de establecer un diálogo con el poder. Considera que sin ese diálogo seguirán cerradas las posibilidades de recuperación económica y Polonia se hundirá en la apatía y la mediocridad. Lech Walesa ha definido el verdadero problema con estas palabras: "Si no se permite la existencia de una sociedad pluralista, las cárceles se llenarán de nuevo de presos". Sin duda, la amnistía ha creado una situación nueva. Ahora, Jaruzelski tiene que optar entre dos caminos: o volver al pasado y entrar de nuevo en el círculo vicioso de detener mañana a los liberados de hoy, con lo cual los efectos positivos que la amnistía ha tenido para el Gobierno se convertirían en argumentos contra él, o asumir una actitud de tolerancia ante las actividades de la oposición, lo cual abriría, de una u otra forma, las posibilídades de un diálogo.

Es evidente que este segundo camino alejaría a Polonia del modelo totalitario que rige en los países del bloque oriental; pero lo cierto es que Polonia es ya hoy una anomalía en el seno de ese bloque; por otra parte, una evolución interior en un sentido liberalizante no tendría por qué afectar a las alianzas internacionales del Estado polaco; la oposición tiene en esta cuestión una actitud realista, contraria a cualquier maximalismo. El futuro dependerá de los gobernantes de Varsovia, y más aún del grado de comprensión que exista en Moscú de las realidades polacas.

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