Editorial:

La encrucijada de Harare

EL DESARROLLO de la cumbre que el Movimiento de Países No Alineados ha celebrado en la capital de Zimbabue, Harare, demuestra hasta qué punto ese movimiento, después de 25 años de existencia, ha llegado a un momento crucial. En esos años, las enormes diferencias que se dan entre los Estados que lo componen -unos, con posiciones revolucionarias; otros, moderados e incluso conservadores- han creado frecuentes amenazas para su permanencia como tal movimiento.Es probable incluso que el ataque frontal lanzado por el coronel Gaddafi contra el concepto mismo del no alineamiento t...

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EL DESARROLLO de la cumbre que el Movimiento de Países No Alineados ha celebrado en la capital de Zimbabue, Harare, demuestra hasta qué punto ese movimiento, después de 25 años de existencia, ha llegado a un momento crucial. En esos años, las enormes diferencias que se dan entre los Estados que lo componen -unos, con posiciones revolucionarias; otros, moderados e incluso conservadores- han creado frecuentes amenazas para su permanencia como tal movimiento.Es probable incluso que el ataque frontal lanzado por el coronel Gaddafi contra el concepto mismo del no alineamiento tenga resultados no negativos en el futuro; es un elemento de clarificación que ha ayudado sin duda a los otros líderes presentes en Harare a considerar y medir mejor las razones que, en la actual coyuntura mundial, aconsejan mantener el no alineamiento. Los argumentos de Gaddafi han sido clarísimos: el mundo está dividido en dos campos, el imperialismo y los "combatientes por la liberación", "no hay lugar para la neutralidad y el no, alineamiento"- los que no rompen con el imperialismo de hecho le ayudan, y Gaddafi acusó directamente a una serie de dirigentes del Tercer Mundo. El líder libio incluso se despidió del movimiento ante el cual estaba hablando, diciendo que se basaba en una falsedad; si bien en declaraciones ulteriores respondió "aún no" a la pregunta de si ya se había retirado. Esta actitud de Gaddafi encontró una sola respuesta netamente favorable, la del presidente de Irán, Alí Jameneí, el cual ya había anunciado anteriormente que se retiraría si el Movimiento de los No Alineados no expulsaba a Irak. Es curiosa esta coincidencia entre el revolucionarismo radical de Gaddafi y el integrismo religioso del ayatollah Jomeini. En todo caso, es evidente que esta actitud quedó completamente aislada en Harare.

Lo que sí se puso de relieve en los debates de la cumbre fue que era bastante difícil precisar los puntos de acuerdo susceptibles de promover acciones políticas concretas. En ese orden, la actitud cubana, al menos en dos puntos, no fue una ayuda para el éxito de la reunión: al decir que los soldados cubanos seguirán en Angola hasta que cese el apartheid en Suráfrica, Castro se distanció de lo que es la actitud del principal interesado, el Gobierno angoleño. La tesis de éste es que necesita los soldados cubanos a causa de las incursiones surafricanas en su territorio y de la negativa de Pretoria a retirarse de Namibia; esta tesis tiene una gran fuerza en la discusión internacional y es defendida por el conjunto de los Estados africanos de la línea del frente; la nueva tesis cubana podría crear dificultades para cohesionar una coincidencia lo más amplia posible en la lucha contra el racismo surafricano. En el tema de la deuda externa, la posición cubana de moratoria unilateral de los deudores fue rechazada en Harare, en favor de una posición abierta a la negociación, si bien muy crítica hacia la posición de los países ricos.

No se puede decir que el Movimiento de los No Alineados no tenga una plataforma político-ideológica como punto de referencia común, dentro de la diversidad de criterio de los Estados miembros. Pero se trata de concepciones generales, en gran parte heredadas de los grandes líderes fundadores del movimiento, como Nehru, Tito, Nasser, entre las que destacan la reivincicación de la independencia, el apoyo al combate anticolonial, la coesxistencia, el desarme y la negativa a entrar en bloques militares, la exigencia de orden económico más justo. En Harare, el Movimiento ha tenido que definir, a partir de ese marco general y en función de en la actual coyuntura mundial, objetivos comunes concretos, para llevar a cabo acciones políticas, tanto en el-seno de la ONU como en otras sedes. A pesar de serias dificultades, por otra parte lógicas en un movimiento tan heterogéneo, los debates de la cumbre han destacado tres puntos esenciales que centrarán sin duda la actividad futura: las sanciones contra el régimen racista de Pretoria; la lucha por el desarme, sobre todo nuclear; y la exigencia de una solución política del problema de la deuda, que hoy es un peso intolerable para muchos países en vías de desarrollo. El problema de la futura sede no ha sido resuelto; los que han presentado la candidatura de Managua han cometido a todas luces un error, porque han ignorado la voluntad muy mayoritaria de evitar cuanto pueda aparecer poco acorde con un no alineamiento estricto. Pero la solidaridad con Nicaragua es otro problema, y la cumbre de Harare la ha expresado claramente.

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